[artículo] in Salta > N° 29.3 [01/01/0001] Título : | Historia de la oligarquía salteña-Cafayate y su primer viñedo-Historia del juicio de la familia Michel Torino | Tipo de documento: | texto impreso | Fecha de publicación: | 0001 | Nota general: | [ En ANDES revista N° 25 Año 2014. Formato digital para consultar en esta página en Resumen/Extracto ] | Idioma : | Español (spa) | Clasificación: | Cafayate (Salta) Historia de Salta Oligarquía Salta [Argentina. Provincia]
| Resumen: | REFLEXIONES SOBRE EL ESTUDIO DE “LOS DE ARRIBA”:
PODER Y NARRATIVA EN UNA FAMILIA
OLIGÁRQUICA ARGENTINA
Terry Hoops (Con la colaboración de Diego Ashur Mas)
Introducción
En 1972, en una renombrada colección de ensayos titulados Reinventando la Antropología compilado por el sociolingüista Dell Hymes, se exhortaba a los practicantes de la disciplina a armarse de una "nueva conciencia" en la práctica y la teoría de la
antropología. Entre esos ensayos resalta el de Laura Nader, una antropóloga política progresista de la Universidad de California, Berkeley, la cual instaba a una nueva generación de jóvenes etnógrafos a ocuparse de la tarea de "estudiar a los de arriba”,
desafiando la tendencia antropológica de siempre estudiar a “los de abajo”. Nader postuló que solo cuando la antropología echara una mirada crítica y etnográfica sobre los que
ejercen el poder dentro de la sociedad puede la disciplina desacoplarse de su afiliación con esos mismos sistemas de poder (del los cuales es parte), y así contribuir a un proyecto de
emancipación de aquellos grupos (los pobres, desapoderados, resistentes, etc.) atrapados por los mismos sistemas de poder, ya sean locales o globales. Han pasado casi 40 años desde su convocatoria, y a pesar de un creciente interés en la fenomenología y los discursos de poder, despertado en parte por la influencia del filósofo francés Michel Foucault, son muy pocas las investigaciones etnográficas concretas producidas durante ese trayecto sobre los grupos de poder como las élites, los carteles políticos, los grupos y asociaciones capitalistas y otros grupos acaudalados y poderosos dentro de la sociedad. Uno podría
concluir, incluso, que en vez de formar parte central de la indagatoria etnográfica de campo, el estudio etnográfico de los poderosos se ha quedado rezagado al margen de la disciplina. Si, como Nader argumentaba, estos estudios son importantes para la antropología y en particular en la antropología consciente de su rol en la elaboración de una epistemología dentro de un contexto global ¿por qué se ha realizado tan poco en esta área
en la antropología?
Podemos apuntar a por lo menos dos causas importantes. La primera, la más obvia, es la metodológica. Tal como señala Nader, no es fácil estudiar etnográficamente a “los de arriba” porque una parte esencial en el ejercicio de poder consiste en restringir y manejar cuidadosamente el acceso a las esferas del poder; los poderosos controlan el acceso a sus miembros y a sus santuarios privados, y tienden además a cuidar su imagen pública.
Refiriéndose a las altas esferas del mundo corporativo estadounidense, Nader cita a un estudio de Zeff y Bush que nota que: el deseo de mantener secreta la información clave dentro de las empresas, su miedo paranoico a todo menos a su autogestionada cara pública, su negativa a discutir cuestiones relacionadas con sus operaciones y la exagerada preocupación de sus abogados por la confidencialidad de la relación abogado-cliente (aún cuando el interés público está en juego), sirven todas para eliminar cualquier flujo libre de información que debería estar disponible al foro público y son reminiscencias de las sociedades
secretas.
Simplemente, los poderosos y acaudalados no se prestan fácilmente al escrutinio etnográfico, aun cuando se enfoca en su rol público. Y sin embargo el estudio del ejercicio del poder por estos grupos requiere un análisis etnográfico (un enfoque que concierne gente
de carne y huesos, existiendo dentro de grupos sociales, no sólo los discursos que producen), ya que es imposible separar, dentro de sus actividades y estrategias, la convergencia entre el ámbito privado y público, y entre las esferas familiares y sociales, y
las esferas del poder. Es común, incluso, que en estos grupos el poder público sea “domesticado” e incorporado al mundo privado y familiar en el ejercicio del poder, y por lo tanto es un dominio menos accesible al etnógrafo. Acceder a los santuarios internos de las familias de elites requiere cultivar confianza y confidencialidad, una confianza que se gana, hasta cierto punto, cuando ellas no ven como amenazante el rol que desempeña el
etnógrafo. Tal confianza tiene poca posibilidad de realizarse particularmente si el estudio de los de arriba se lleva a cabo con el espíritu que Nader aboca.
Este último punto apunta a otra dificultad, esta vez de carácter ético y epistemológico, que se enfrenta en el estudio etnográfico de los que controlan y manejan las estructuras de poder. En su formulación epistemológica clásica, la etnografía tal como fue conceptualizada por Malinowski y sus sucesores intenta en “hacer inteligible la experiencia y la perspectiva de los informantes” y lograr una actitud fundamentada en el relativismo cultural que permita al etnógrafo penetrar en el mundo como es concebido por sus informantes. Desde el punto de vista ético, esta postura epistemológica se traduce metodológicamente en “no causar daño al informante”. En contraste, para Nader la intención de estudiar etnográficamente a los poderosos es de desenmascarar a los atributos del poder que hacen posible su dominación política y la explotación de “los de abajo,” con el fin de contribuir a la emancipación de sus víctimas. En otras palabras, Nader hace su súplica con un espíritu de develamiento, no de relativismo. Desde este punto de vista el trabajo de campo se vuelve algo parecido a un tipo de periodismo investigativo/etnográfico.
Nader dice que: hay una cierta urgencia en el tipo de antropología que se interesa por el poder [ ] ya que la calidad de vida, incluida la nuestra, puede depender de la medida en que los ciudadanos entiendan a aquellos que dan forma a las actitudes y que actualmente controlan las estructuras institucionales. El
estudio del hombre enfrenta una situación sin precedentes: nunca antes, ya sea por acción o inacción, tan pocos tuvieron el poder sobre la vida y la muerte de tantos miembros de la especie.
Pero se podría preguntar, ¿no viola esta metodología la relación de confianza entre investigador e informante y con ello el principio ético y epistemológico de intentar comprender a la comunidad estudiada desde su propia perspectiva, en sus propios
términos?
Pero, por otro lado, ¿si estudiamos a los grupos dominantes de manera desinteresada e imparcial según el espíritu de la etnografía tradicional (si es que, más allá de la teoría, se pudiera lograr), ¿no corremos el peligro de ignorar la manera en que los discursos de poder y las relaciones de clases son creados y mantenidos, y las formas que los sistemas de dominación afectan en maneras muy concretas las vidas de los dominados? ¿Puede la etnógrafa estudiar a los sistemas y el ejercicio de la dominación y el poder imparcialmente, sin ser o su cómplice o su opositora? Por supuesto, esta cuestión es mucho más compleja de lo que pudiéramos tratar acá, ya que el tema de la relación entre la etnografía y los discursos de poder no es problemático solamente en el caso del estudio de los dominadores, pero explica en parte el porqué los antropólogos tienden a gravitar hacia los grupos menos poderosos en sus estudios etnográficos, y a mostrarse alérgicos al estudio de los grupos de poder.Si bien el estudio etnográfico de los grupos dominantes presenta sus desafíos
particulares, ¿no sigue siendo pertinente el reto que nos hace Nader? La respuesta de Nader es esta: los antropólogos pueden en efecto preguntarse a sí mismos si la totalidad del campo de trabajo no depende de una cierta relación de poder a favor del antropólogo y si en realidad esa relación dominador-subordinado puede estar afectando el tipo de teorías con las que nos manejamos ¿Qué pasaría si al reinventar la antropología los antropólogos estudiaran a los colonizadores en vez de a los colonizados, la cultura de los poderosos en vez de la cultura de los sin poder, la cultura de la riqueza en vez de la cultura de la pobreza ?
Este artículo propone examinar nuevamente la exhortación de Nader de hacer etnografía enfocada en el estudio de los de arriba. Lo hacemos al examinar a un grupo particular, una oligarquía regional localizada en el noroeste de Argentina, y en eventos que
alcanzaron a una familia en particular dentro del grupo. Específicamente el artículo relata una disputa hereditaria entre miembros de una familia productora de vino y el caso judicial
subsiguiente durante la década del `40. El caso está bien documentado, comprende una compleja serie de eventos que ofuscan las demarcaciones entre el dominio privado de las relaciones familiares, y las esferas públicas y políticas de sus actividades. Los actores en el caso son reales también, aquellos que todavía están vivos fueron entrevistados junto con algunos de los hijos y asociados de los protagonistas ya difuntos. El hecho que enfoquemos sobre un evento particular es importante, ya que este es un grupo social que se identifica desde un punto de vista eminentemente histórico, utilizando la narrativa temporal
e histórica para autodefinirse y negociar sus actividades relacionados con el acaparamiento y negocio de las relaciones del poder.
En este trabajo hacemos hincapié particularmente sobre la idea que el poder es el producto tanto de un fenómeno discursivo como de la agencia. Dentro de la estructura de poder los agentes forjan y modifican sus discursos, interpretan eventos que viven y
experimentan, y por lo tanto enmarcan sus acciones. Tal como señala Giddens, el poder emana de la agencia (agency), pero siempre dentro de un contexto, y por lo tanto, lo que él
llama prácticas situadas:
(la) agencia… no se refiere a una serie de actos discretos combinados entre
sí, sino a un flujo continuado de conducta. Podemos definir a la agencia…
como involucrando “una corriente de intervenciones causales, actuales o contempladas, de seres corpóreos en el curso del desenvolvimiento de acontecimientos-en-el-mundo.
Así, la naturaleza del poder consiste en ligar la agencia (la capacidad de actuar de otra manera) con una narrativa:
El poder se expresa en la capacidad de los actores de hacer valer ciertos relatos y de poner en práctica o resistir prácticas sancionatorias; pero estas potencialidades se ejercen sobre modos de dominación estructurados en los sistemas sociales.
Así es como las clases dominantes crean, transforman e imponen discursos dentro de su propio grupo y sobre otros grupos, interpretando acciones y eventos, lo que les permiten ejercer el poder. Más abajo diremos más acerca de cómo la oligarquía produce sus prácticas situadas y las contradicciones involucradas en el proceso. Pero permítannos sugerir, de manera preliminar, algunas de las orientaciones que prepondríamos para una aproximación etnográfica al estudio de grupos dominantes como las oligarquías regionales.
Primero que nada, tales estudios deben evitar algunos de los peligros latentes en el
uso vulgar de conceptos como “elites” y “clases”. Marcus señala que ambos términos son abstractos, ambiguos, tendientes a la atemporalidad y vacíos de protagonistas complejos.
Como términos analíticos utilizados dentro del discurso académico, no alcanzan para proveernos de seres de carne y hueso, ni dotan a los actores referentes de relaciones e identidades complejas. En el lenguaje de la metodología etnográfica son categorías “etic”
(definidas desde afuera, en oposición a los conceptos “emic”) utilizadas para entender el comportamiento colectivo de grupos analíticamente definidos; sin embargo, los miembros de tales grupos puede que no definan su identidad y las acciones de su propia colectividad en esos términos. Eso sin decir que los miembros de los grupos dominantes tienen familias, que sostienen una compleja variedad de creencias políticas y religiosas, que pertenecen a una variedad de organizaciones sociales diferentes y que comparten con miembros de otras clases los rangos de emociones humanas, lealtades y valores. De hecho, puede que ellos no se piensen a sí mismos como a una “clase” o una “élite”, aún cuando los científicos sociales insisten en ello. Es más, en nuestra experiencia algunos miembros de las clases dirigentes a menudo están distanciados de otras clases y tienen poca “conciencia de clase” en cuanto a ellos mismos. Las realidades relacionadas con el ejercicio del poder y la acumulación de capitales son complejas y a menudo contradictorias. Los intereses familiares y económicos
pueden entrar en conflicto entre si; los códigos religiosos, la lealtad nacionalista y las filosofías políticas pueden todas competir con los intereses de clase. Ciertamente este es el
caso de la oligarquía de Salta, cuyo parámetro histórico de identificación ha sido siempre la genealogía y la familia (o la dinastía) más que la idea de clase. La composición del grupo
“en su momento” era compleja: dentro de las familias dominantes hay individuos con mayor protagonismo y otros que tienen poco poder; hay individuos ricos, empobrecidos y pobres. Por lo tanto, podríamos decir que la oligarquía es un tipo de “clase dominante”
históricamente específica; como grupo no es exactamente una élite, tampoco una clase capitalista o una clase capitalista situada marginalmente (mucho menos una clase feudal).
Un escrutinio etnográfico de este grupo debe estudiarlo tal cual como es “en el terreno” y examinar el poder y el discurso en ese contexto.
En segundo lugar, un acercamiento etnográfico al estudio de los de arriba debe evitar la tendencia de las ciencias sociales a transformar acontecimientos y narrativas en procesos y estructuras atemporales. El acercamiento a los eventos por parte de la
antropología, a menudo, no es muy diferente al de sus disciplinas hermanas más deductivas: la temporalidad es invariablemente transformada de secuencia a estructura, los hechos son analizados para extraer de ellos principios sociales. Mientras que ese tipo de análisis puede ser provechoso en ciertos casos, pensamos que debemos ir más allá, ya que esa tendencia representa la tentación a transformar a los sujetos históricos en “la gente sinhistoria”.
Dentro del capitalismo al menos, los grupos dominantes son profundamente históricos, la memoria y la narración son componentes esenciales en la constitución misma del grupo.
Propondremos en este artículo, al menos en relación a la oligarquía salteña, que la forma en que los grupos dominantes narran su historia y como la recuerdan es parte de su forma de constituirse y actuar. Como señala Poderti, entender esta historia no es solamente un problema de identificar una secuencia temporal de hechos, (más bien) implica un entendimiento de los sentidos simbólicos atribuidos a los hechos y las luchas por la exégesis de la narración:
El debate sobre la microhistoria se centra también en la problemática del discurso historiográfico, reconociendo que la requisitoria que todo historiador emprende no involucra solamente la interpretación de los significados, sino más bien la definición de ambigüedades del mundo simbólico, la pluralidad de posibles interpretaciones del mismo y la lucha que tiene lugar sobre recursos tanto simbólicos como materiales.
Como señala Ashur nuestra preocupación no debería ser la de identificar los “hechos” y acontecimientos de la historia, sino los significados dados a la historia por los actores sociales.
Reconocer el discurso como el lugar de construcción por el que todo pasa, implica destronar la obsesión por el fetichismo documentalista - a partir del cual la fórmula documente se equipara al hecho histórico, desconociendo el proceso de construcción que supone todo conocimiento histórico
Los actores históricos piensan y actúan en términos temporales.
Como actores históricos, los miembros de la oligarquía no sólo actúan dentro de los confines de la historia, sino que también interpretan y dan sentido a sus acciones y eventos en la esfera
pública. En Salta la historia fue (y hasta cierto punto aún lo es) “propiedad” de la oligarquía, la historia sociopolítica pública está inserta en las historias familiares de las dinastías gobernantes. La transformación del sistema de clases en Argentina en el siglo XX está ligada, precisamente, con la emancipación de las clases trabajadoras del yugo de la historia oligárquica y de su incorporación a una historia nacional. Dentro de la oligarquía,
las historias familiares y específicamente las historias genealógicas, son fundamentales para el control del dominio público. En consecuencia, casos como el descrito en éste artículo
tocan no solamente en lo que concierne a la dinámica de las relaciones familiares, sino también a las relaciones entre el mundo privado de la oligarquía y el dominio público.
Entonces, no es sorprendente que el debate se haya llevado a cabo solamente dentro del marco de los miembros de la familia, sino también en un ámbito de dominio público.
Finalmente creemos importante hacer notar que la agencia no es generada directamente desde la posición de clase, y que el poder tampoco emana de manera determinista desde la estructura política. Creer eso es darle a la agencia una cualidad teleológica. Al respecto, nos basamos en la manera en que Giddens entiende la agencia:
“… es un rasgo característico de la agencia que, en cualquier momento, el agente pueda actuar de otra manera”.
Así, para los actores la agencia es a menudo compleja, paradójica
y contradictoria. No hay anteproyecto o plan para la dominación o el ejercicio del poder, particularmente cuando la dominación es una empresa colectiva e individual a la vez.
Ciertamente si la dominación puede ser contestada con formas variadas de resistencia, tanto de manera consciente como inconsciente, la resistencia puede ser enfrentada y contrarrestada con numerosas formas de dominación y normas. Esto debe ser reconocido sies que la homogeneización de las clases dominantes es algo a evitar.
Identificando a la oligarquía salteña
Una lectura de la literatura académica sobre la realidad sociopolítica Latinoamérica raramente desentierra el término oligarquía en el análisis de las élites tradicionales. Como
término no aparece ni en las historias “oficiales” ni en los análisis sociales de las clases gobernantes salteñas o argentinas. Por ejemplo, una ojeada a la colección de escritos de académicos salteños con motivo de la celebración de los 400 años de la fundación de la ciudad no revela ni una sola vez el uso del término (Universidad Nacional de Salta 1982).
Otros trabajos históricos, que por definición son el dominio de las clases dominantes de Salta, no utilizan el término y ni siquiera lo mencionan. Ciertamente la élite salteña nunca utilizó formalmente el término para referirse a sí misma. En cambio, han usado informalmente términos como gente decente, familias de bien, familias patricias o familias tradicionales, así como otros que hacen foco en las cualidades familísticas y morales del poder.
En algún grado estos han sido reemplazados dentro de los análisis del poder por términos burocrático-institucionales relacionados al funcionamiento de un régimen democrático, pero en Salta, por lo menos, los escépticos creen que la misma gente y las mismas familias continúan manejando los hilos del poder. Hallamos fascinante la ausencia de la expresión en el discurso académico local, ya que es un término de uso común dentro de la tradición oral en la ciudad, particularmente para la crítica de izquierda de la historia salteña. Por ejemplo, Caro Figueroa famosamente declaró:
"Salta se encuentra dominada por una oligarquía que ha sabido retener el poder político e imponer su voluntad a las mayorías populares, pese a su insignificancia electoral. Precisamente ese hecho muestra claramente que la oligarquía dominante ha logrado usurpar el poder político en virtud de
su poder económico y de su fuerza social."
A menudo en Salta, en discusiones espontáneas de café, reuniones de estudiantes y tertulias informales de historia, el término frecuentemente hace su apariencia en el análisis de las relaciones de poder y de la cultura de poder.
¿Por qué el término se halla tan ausente en sociedades cuyas historias han sido identificadas por la dominación de dinastías de poder? Se sugieren varias razones. Primero que nada, es un término volátil que carga con un bagaje ideológico ineludible en Latinoamérica y en otros lados. Cuando es usado, es a menudo en un contexto adverso a los intereses de las clases dominantes y comúnmente como parte de un discurso contestatario.
Su connotación negativa se remonta por lo menos hasta Aristóteles (Platón ya lo utilizaba para definir al gobierno de los Treinta Tiranos), quien yuxtapone la oligarquía a la aristocracia, definiéndola como la fase desviada del gobierno de los pocos. Ciertamente la democracia liberal del siglo XX ha hecho al gobierno oligárquico menos atractivo y un tanto anacrónico. Su ausencia también puede que apunte a la dimensión política del trabajo de campo y la investigación social. Los antropólogos y otros investigadores sociales a menudo llevan a cabo sus investigaciones en ambientes académicos y discursivos que, por
motivos indicados anteriormente, son bastante poco receptivos a examinar el ámbito y la naturaleza de un término ampliamente utilizado de otra manera y cargada con su bagaje ideológico. Finalmente, tal vez el más débil y sin embargo más destacado aspecto del término es su imprecisión, tanto en el contexto del uso cotidiano del lenguaje en lugares en donde la oligarquía existe o existió, como en la literatura histórica y sociológica.
El término carece de precisión en lo que se refiere a las teorías de acción y estructura que otros conceptos como “clase” (determinismo económico) y “elite” (determinismo político) sí las
tienen. El concepto de “oligarquía” también es impreciso etnográficamente: la tradición etnográfica no logra definir con claridad los confines y las condiciones de pertenencia en el grupo, ni delimita las hileras de autoridad y poder, y carece de especificidad histórica. Es,sin embargo, esta última cualidad lo que lo convierte en un concepto etnográfica y analíticamente útil, porque nos obliga a examinar la complexión del poder y discurso dentro del contexto de éste grupo. La oligarquía no es ente estático cuyo estudio permite extraer un modelo atemporal del funcionamiento del poder, sino la expresión social voluble e
históricamente especifica de un grupo concreto en el cual podemos discernir el espacio de encuentro entre las dinámicas de clase y poder, entre parentesco y capital, entre discurso y acción.
¿Qué es la oligarquía? En general oligarquía es un término utilizado en muchas regiones de Latinoamérica para referirse a un grupo interrelacionado de familias poderosas que han tenido el control tanto del aparato político y de los medios de producción en la región (comúnmente la tierra), grupos que también se les conoce por dinastías capitalistas.
Argumentaríamos que la oligarquía latinoamericana es más precisamente un grupo de poder históricamente constituido, que sostuvo un monopolio sobre los aparatos locales del estado desde la independencia de España hasta su desplazamiento por una burguesía rural y urbana (que a menudo provenía del mismo grupo social) y los elites burocráticos del estado moderno. Paige describe la oligarquía en Centroamérica como: “… una élite hereditaria dentro de una sociedad en la que la posición en un linaje aristocrático era un determinante importante en su ubicación dentro de un sistema de clases”26. Diríamos además que la oligarquía representa una expresión social de un sistema inmaduro de acumulación capitalista en un contexto de un aparato estatal débil.
Primero que nada la oligarquía en Salta emergió como un grupo dominante criollo regional que ocupó los ápices del aparato del poder local, débil por cierto, dentro del estado nacional descentralizado que siguió a la expulsión del sistema colonial español a principios del siglo XIX. Fue el vacío de poder y más específicamente la ausencia de una fuerza nacional centralizadora tras el colapso de los virreinatos españoles, lo que estas familias criollas llenaron. Pero el poder oligárquico y el control monopólico sobre las instituciones de gobernación hicieron poco en aliviar la debilidad y vulnerabilidad inescapable de la
oligarquía. Las tendencias conflictivas entre mantener la autonomía soberana local y la necesidad de unirse con otras oligarquías regionales en una especie de administración
centralizada caracterizaron la lucha política en la Argentina y en Salta durante el siglo XIX, y ese mismo conflicto sigue siendo una importante dinámica para los agentes políticos locales actuales, quienes se sienten vulnerables a la intrusión del estado nacional. Como señala Hollander, en última instancia Argentina fue capaz de consolidar un gobierno nacional y crear un sentimiento de identidad nacional a través de una alianza de poder compartido entre varias oligarquías regionales hasta que fue interrumpido por la consolidación del Partido Radical (y sus contrapartidas) y el establecimiento del sufragio universal en 1916.
La base económica de la oligarquía fue la tierra a través del latifundio- o en la terminología de Salta, la finca- y el comercio mercantil. Históricamente las familias gobernantes de Salta se sostuvieron con la cría de ganado, el control monopólico de la
tierra, el comercio y el manejo de las instituciones estatales y educacionales. El método de gobernación no sólo las proveyó el control de las estructuras de poder, sino que también acopló las otras clases de la provincia- principalmente a campesinos/arrendatarios, el proletariado rural (gauchos/arrieros) y a pequeños comerciantes/artesanos- a su modo de producción.
La vulnerabilidad de la provincia y la carencia de capital hicieron que otras formas de producción resultaran riesgosas, plagadas por mercados inseguros. Así, irónicamente, el siglo XIX representa retrospectivamente la era dorada de la oligarquía y
sin embargo fue un período de inestabilidad, aislamiento y estancamiento para la oligarquía salteña. Durante éste período muchas de las familias más ilustres de Salta cayeron en la
ruina financiera o se vieron forzadas al exilio político.
Claramente la característica más importante de la oligarquía fue su uso del lenguaje de parentesco o más precisamente de la narrativa genealógica (esta tendencia se afirmó aún
más fuertemente a principios del siglo XX con la apariencia de dinastías capitalistas con injerencia en la política nacional) aspirantemente modelada sobre el sistema de linaje Europeo, para aseverar y delimitar su membrecía.
Era un sistema como de castas: el poder y la riqueza eran controlados y reproducidos a través del lenguaje de parentesco, un
lenguaje por cierto que otras clases compartían y podían entender. Las narrativas genealógicas no sólo excluían del poder a los pretendientes no miembros, sino que también servían como un idioma flexible con el que se podía incorporar al grupo a los de afuera,
particularmente inmigrantes con nuevas fuentes de capital. Esto explica la presencia de apellidos franceses, británicos y de otras partes de Europa en la oligarquía (Day, Durand, Fleming, Leach, Michel). El uso del lenguaje dinástico se insertaba en todos aspectos de la dominación oligárquica: transformó capital en patrimonio (de esto hablaremos más abajo), bienes inmuebles en bienes patrimoniales, historia en genealogía. Las genealogías
familiares no estaban grabadas en piedra, sino más bien referentes en el discurso que variaban según contexto y personajes, lo que Ranger y Hobsbawm llamarían “invenciones,” forjadas desde el capital simbólico individual o familiar, para narrar una identidad familiar que maximizara los beneficios a sus narradores. Así las
narrativas genealógicas se transformaron y cambiaron cuando las condiciones históricas y las circunstancias familiares lo hacían conveniente.
Sin embargo, este grupo dominante nunca constituyó una entidad monolítica (hasta se podría decir que no constituyeron un “grupo”). Las familias dentro del grupo dominante
usaron las relaciones de parentesco y las conexiones para posicionarse social y políticamente dentro de la estructura dominante salteña. Pero debido a la falta de títulos hereditarios y el sometimiento de los recursos genealógicos a las vicisitudes del capital y la política, las posiciones alcanzadas o designadas dentro de este sistema de clases eran inseguras y cambiantes.
Internamente la clase dominante estaba dividida por los mismos
problemas que desmembraron a la oligarquía dominante en Buenos Aires. La genealogía nunca fue un elemento suficiente para asegurarse una posición de clase, las familias de la oligarquía seguían sujetas a las condiciones económicas de la dominación de clase.
En Salta la oligarquía comenzó a experimentar transformaciones a principios del siglo XX. A nivel nacional el aparato político y el puerto se volvieron cada vez más dominantes a través de una burguesía mercantil ligada a la industria de la carne y la
producción de cuero, así como a un sistema agroindustrial más capitalizado en las pampas.
Los sucesos del caso Michel Torino:
En 1946 un explosivo conflicto doméstico de una de las familias prominentes en Salta, los Michel Torino, puso a prueba las intrincadas alianzas (entre las dinastías importantes de Salta) que formaban la base de su poder. Dentro de una sociedad todavía
aldeana, los Michel Torino figuraban como una de las familias más influyentes de Salta.
Su influencia provenía de una fortuna nacida de una extensa producción de vinos en la zona de Cafayate y del control casi monopólico de la prensa local a través del diario El Intransigente. Uno de los miembros de la familia desenvolvía un rol político importante en la provincia; había sido uno de los fundadores del Partido Radical en Salta, liderando a un
grupo de jóvenes, de la elite, que se oponían a la tendencia conservadora de la clase dirigente en la provincia de la época, fue diputado provincial dos veces, y ocupó la presidencia de la Bolsa de Comercio de Salta por quince años. La disputa familiar a la cual nos referimos anteriormente estalló tras la muerte de uno de los cinco hermanos de esta familia y el subsiguiente juicio sucesorio que colocó a su viuda en contra de los hermanos de su difunto esposo, alegando una estafa sobre sus derechos hereditarios.
El juicio, que tuvo una trascendencia política además de judicial, tanto a nivel provincial como nacional, duró casi diez años, y sus repercusiones se sienten todavía en la vida
política y económica de la provincia.
El caso Michel Torino es todavía célebre en Salta, no solo por su publicidad sino también por lo que algunos consideran como un nuevo nivel de injerencia política del gobierno nacional en asuntos internos de la provincia a través del movimiento peronista del momento. Al menos cuatro libros fueron escritos sobre el caso,tres por el acusado y sus aliados y defensores, y uno por el abogado de la demandante. Fueron publicados además numerosos artículos y comentarios referentes al juicio, incluyendo una extensa reseña en el libro del abogado e historiador salteño Atilio Cornejo “Bibliografía Jurídica de Salteños” (1983) y en la historia crítica de la oligarquía de Caro Figueroa “Historia de la Gente Decente” (1970), así como en revistas y periódicos nacionales e internacionales, dándole al caso bastante cobertura pública. El juicio se desenvolvió durante un período de bastante
conmoción política en la provincia, lo cual ayuda explicar que la disputa brincara el terraplén familiar y desbordara a la esfera pública.
La historia familiar de los Michel Torino imita en términos generales las historias de muchas otras dinastías política y económicamente importantes en la provincia de Salta.
Los Michel Torino provenían de dos ramas - los Torino - una vieja familia con raíces profundas en la Salta colonial, - y los Michel – una familia de raíces burguesas aparentemente proveniente del País Vasco que arribaron a Salta a fines del siglo XIX. Los
descendientes de la primera reconocen como fundador de la dinastía a Juan Torino de Viana (o Viana de Torino, según el genealogista salteño Peñalva Torino), quien arribó a la provincia colonial durante la primera mitad del siglo XVIII. El posible iniciador del linaje en América, Torino de Viana, se casó con Bernarda Loza Bravo, descendiente de los Abreu Figueroa, una de las familias fundadoras de Salta y a través del matrimonio se transformó en dueño de una de las propiedades más codiciadas de Salta, la Estancia Vieja del Rosario, ubicada en la ladera occidental del Valle de Lerma. La inmensa estancia no solo contaba con algunas de las tierras más fértiles del valle, sino que también estaba
estratégicamente ubicada sobre la ruta que conectaba al Río de la Plata con el centro minero de Potosí y con el Alto Perú. Su ubicación era ideal para la invernada de mulas que constituía la fuente principal de riqueza en Salta durante el período tardío colonial. La finca estaba atravesada por dos de los ríos más importantes del valle, y su proximidad a la capital de la provincia y a la feria de mulas más importante del valle la convertía en una de las propiedades más prósperas de la zona. Durante la primera mitad del siglo XIX la familia fue perdiendo posesión de la propiedad, probablemente debido a la división
inevitable entre los herederos y las subsiguientes ventas de fragmentos a terceros; es posible que la contracción económica provocada en parte por la guerra con España y las subsiguientes guerras civiles que enturbiaran la estabilidad de la región durante ese período también afectara a la fortuna familiar. Eventualmente algunos de los descendientes de la familia se trasladaron a otras provincias, entre ellas una rama que se estableció en Jujuy; otros se mudaron a Buenos Aires o al vecino país de Bolivia.
La familia Michel Torino se formó a través del matrimonio de David Michel, perteneciente a una familia inmigrante o a lo menos recientemente llegada de Europa, con Gabriela Torino. La familia se estableció en Cafayate, y gradualmente fue acumulando propiedades en el valle. Acumuló su fortuna inicial con la invernada de ganado y su arreo al norte de Chile. Cafayate se benefició particularmente de este creciente mercado, impulsado en gran medida por la extracción minera de nitrato en la zona desértica del Atacama, ya que estaba ubicada sobre una de las rutas principales al norte de Chile y sus tierras de pastaje y sus alfares eran excelentes para el engorde. Gradualmente la pareja
convirtió sus inversiones en una de las fortunas más importantes de Salta. Aunque por muchos años el ganado fue el motor primario de la fortuna familiar, David Michel comenzó a plantar viñas en sus tierras, utilizando las uvas criollas nativas e injertando estas con cepas importadas de Francia. Las tierras en Cafayate mostraron ser adecuados para el cultivo de una variedad de uvas francesas, y lentamente David construyó sus bodegas y viñedos, invirtiendo en obras de riego, infraestructura y tecnología. A una edad relativamente temprana David murió repentinamente, dejando atrás a su joven viuda con cinco hijos.
Según los relatos familiares, Gabriela mostró ser capaz del manejo y la expansión de su todavía naciente empresa. Realizó nuevas compras de tierra, invirtió en obras de irrigación e infraestructura y siguió con la construcción de sus bodegas. Posteriormente delegó la administración de sus enormes fincas a sus hijos, a pesar de la juventud e inexperiencia de estos. David, el mayor, dejó sus estudios de medicina para trabajar en la
empresa familiar, y de todos los hermanos solo Martín logró completar sus estudios universitarios. Gabriela mantuvo la unidad de los “holdings” familiares, y después de su muerte, David, pudo convencer a sus hermanos de mantener esa unidad propietaria,
rompiendo así con la tradición sucesoria salteña de subdividir la herencia. David sostuvo más tarde que entendía que la prosperidad de la asociación familiar dependía de su continua unificación. Este tema fue luego remarcado en el juicio sucesorio.
Tras la muerte de Gabriela los hermanos acordaron formar una empresa familiar informal (conocida legalmente como una sociedad de hecho); tal organización económica ponía menos énfasis en el marco contractual entre las partes para operar, y mucho más
énfasis en los lazos de afectividad y lealtad dentro de las relaciones familiares para lograr sus objetivos sociales. Al formar la sociedad los hermanos evadieron hacer un inventario de los bienes de la empresa, ya que no contemplaban la separación sucesoria de ellos, y la naturaleza específica del acuerdo entre los hermanos se mantuvo dentro de un marco informal, aunque la sociedad de hecho otorgó a Martín y David el rol de apoderados de la corporación para administrar los bienes y asuntos de la sociedad fraternal, un requisito más legal que administrativo. La cabeza de la empresa, nunca formalmente establecida pero si
informalmente reconocida no solo por sus hermanos sino también por clientes y asociados, era David Michel Torino, y por esta razón ocupa un lugar preponderante en la defensa de la empresa ante los tribunales en el juicio sucesorio posterior.
Los cargos administrativos de la empresa se dividieron informalmente entre los hermanos. Abel administró tres estancias, El Puerto, La Arboleda y La Armonía, que originalmente formaron parte de la vasta y antigua Encomienda y Estancia de Tolombón
ubicada en el extremo sur de Cafayate (conectado con el pueblo por el Río Santa María).
Sus viñedos algo primitivos reflejaban el aislamiento relativo de la propiedad. Abel era todavía un adolescente cuando empezó a administrar estas explotaciones. Montó su hogar y su sede en la gran sala de El Puerto; la casa carecía de electricidad, agua corriente o medios de comunicación con Cafayate que era el poblado más cercano. El sendero que unía a El Puerto con Cafayate seguía el lecho del Río Santa María, se cortaba durante las lluvias del verano, y aun cuando estaba habilitado llevaba horas atravesarlo a caballo o en automóvil.
Los hermanos mayores de Abel, Martín y Julio, administraban respectivamente las enormes fincas La Rosa y El Recreo, ubicadas en las franjas del bello pueblo veraniego de Cafayate. Esta villa rural era, según la descripción posterior de la viuda de Abel, un
moderno centro urbanizado en comparación con Tolombón, e incluso ya en esa época era uno de los sitios de veraneo favoritos de la gente adinerada de Salta. Los hermanos vivían en salas ubicadas a pocas cuadras de la plaza principal del pueblo. Cafayate tuvo telégrafo muy tempranamente, y a partir de 1920 contó también con teléfono. David, el mayor de los hermanos, ocupaba de hecho el lugar de presidente de la empresa y promotor de sus productos.
Según los relatos familiares, era, por virtud de su edad y su personalidad, la figura pública de la empresa y vocero de la voluntad familiar. Su lealtad a la unidad familiar era indiscutible, y aparentemente, según esos mismos relatos, lo hizo acreedor de la incuestionable confianza y lealtad de sus hermanos. David nunca se casó. Administraba la contaduría de la empresa, arreglaba la comercialización de sus vinos y se insertó en la
vida política de la provincia. Fue miembro fundador del partido Radical en Salta y eventualmente se convirtió en líder provincial del mismo. Su afiliación política lo llevó a veces a enfrentar a miembros más conservadores de la clase política dirigente de la
provincia, representados por el Partido Unión Popular que incluía a poderosas familias locales como los Zerda, Ortiz y Patrón Costas. Fue elegido como diputado a la legislatura provincial, y junto con cinco amigos de filosofías políticas similares fundaron el periódico del Partido Radical, El Cívico Intransigente. Pocos años después se transformó en el único propietario del diario, cambiando su nombre por el de El Intransigente. El periódico, con
sus oficinas y prensas, fue incorporado a la sociedad familiar, como también así lo habían sido los bienes particulares de David. David vivía en la capital de la provincia, y según sus hermanos raramente hacía el tortuoso y largo viaje a través de la quebrada de Las Conchas hasta Cafayate. Cuando los hermanos necesitaban consultarle, ellos viajaban a donde estaba David, y no viceversa.
María Luisa, la única hermana, jugó un rol invisible en el emprendimiento familiar.
Había comenzado sus estudios universitarios en Buenos Aires cuando los dejó para casarse con Jorge Cambolive, un ingeniero oriundo de esa ciudad. Según los relatos familiares, Cambolive se mantuvo al margen de la empresa de los Michel Torino. Después de la muerte prematura de éste durante la década de los 30, su viuda y su pequeña hija permanecieron en Buenos Aires, viajando con frecuencia a Salta. Era considerada como un miembro pleno de la sociedad, aunque como sus hermanos, difería las decisiones mayores a David. Su rol dentro de la empresa se invirtió en 1960 cuando se convirtió en la directora de la empresa Michel Torino Hermanos tras la muerte del último de sus hermanos.
El modus operandi de la empresa era típico de la empresa dinástica en la Salta de la época. Carecía de una estructura administrativa jerárquica racionalizada, modelada en los
principios de la nueva ciencia de la administración de empresas; más bien, operaba sobre una base de los valores familiares de solidaridad y lealtad. Típicamente, la línea divisoria
entre propiedad privada y bienes corporativos era borrosa. Según documentos del archivo judicial, se utilizaban fondos de la empresa de manera indiscriminada, tanto para pagar los gastos empresariales como los personales; los socios no recibían sueldos acordados, sino que los gastos familiares se sacaban directamente de las arcas de la compañía. Tal como se evadía la distinción concreta entre propiedad personal de cada uno de los socios, se evitaba la distinción concreta entre el capital que pertenecía concretamente a la sociedad empresarial y el patrimonio que representaba la acumulación de riqueza de sus propietarios. De este tema hablaremos detalladamente más adelante.
Hasta 1920 la producción de vino seguía ocupando una parte menor de la empresa Michel Torino, hasta ese entonces su esfuerzo principal seguía apuntado a la invernada de ganado y su transporte a través de los Andes hacia los mercados del norte de Chile. En
1920 la demanda chilena para el ganado argentino colapsó, provocada por la caída en la demanda mundial de nitratos naturales y su reemplazo por alternativas sintéticas. A pesar de una recuperación temporal de la demanda chilena por la carne argentina durante los años siguientes, su declinación continuó hasta el fin de la década. La sociedad Michel Torino siguió una estrategia económica mixta durante la mencionada década, gradualmente
incrementando el lugar que la producción de vino tenía dentro de la actividad conjunta empresarial. El colapso del mercado financiero mundial en 1929 afectó profundamente a la economía salteña. Algunas de las familias ganaderas más importantes de Salta quebraron, incluyendo una rama de la poderosa familia de Patrón Costas. La crisis fortaleció, quizás, el surgimiento político de una burguesía rural en la provincia alrededor de industrias como el azúcar y el tabaco, que continuaban aprovechando, e incluso revalorizando, los apellidos familiares.
Los Michel Torino también se vieron afectados por la crisis.
Según Cornejo Linares, en 1932 las presiones económicas provocaron un desacuerdo entre los hermanos y un intento por parte de algunos de ellos de desarmar la sociedad familiar. Solo la intervención de David, quien utilizó a Abel como intermediario entre Julio y Martín, pudo salvarla. Sin embargo, el valor de la empresa se desplomó, los mercados para los vinos se encontraban
profundamente deprimidos, y los acreedores acosaban a la familia.
Durante la crisis Abel contrajo nupcias con una tucumana llamada Elsa Figueroa.
La pareja se estableció en el aislado ambiente de Tolombón, y en pocos años tuvieron cuatro hijos. A fines de los 30 y a principios de los 40 la fortuna de la sociedad familiar experimentó una mejora, en parte impulsada por una política proteccionista del estado y el crecimiento de la demanda de vino en la Argentina. En 1940 la Sociedad Michel Torino se había convertido en una de las empresas más importantes de la provincia; había adquirido
propiedades en Orán, en el Chaco Salteño y en la vecina provincia de Jujuy, donde se dedicó a la cría de ganado y el cultivo de caña de azúcar. Sus propiedades en los Valles Calchaquíes separaban en tamaño a las de sus vecinos, provocando una escasez de mano
de obra. Las bodegas de los Michel Torino producían el 40% del vino de Salta. Fueron introducidas nuevas variedades de uva, una tecnología modernizada, la expansión de áreas bajo riego, nuevos controles de protección contra las inundaciones, la electrificación de las fincas y otros proyectos. El éxito económico de la empresa, mientras emergía de la recesión, convirtió a los Michel Torino en una de las familias más poderosas de la provincia.
Las contradicciones en el modelo familiar de acumulación aparecieron repentinamente en 1946, cuando Abel fue diagnosticado con un cáncer del hígado incurable. Tras unos infructuosos tratamientos en Buenos Aires, Abel volvió a Salta convaleciente. El 29 de octubre, apenas un mes antes de su muerte (y sin el conocimiento de su mujer, según ella), los hermanos se reunieron con Abel para discutir cuestiones de sucesión. En esa reunión Abel vendió su parte de la sociedad, una quinta parte de todos los
activos de la empresa, a sus hermanos. Específicamente los hermanos acordaron que firmara tres documentos notariados: el primero (AJS Escritura 70) disolvía a la sociedad de hecho, y – en abstracto, por lo menos – dio proporcionalmente a cada uno de los accionistas su parte de la corporación; se tomaba este paso a pesar del hecho de que la empresa nunca había sido constituida formalmente. Esto le permitió a Abel individualmente vender sus
acciones a sus hermanos por un precio acordado de $500,000. Las propiedades identificadas en este documento incluían siete estancias ubicadas en el valle de Cafayate con sus bodegas, viñas, vinos procesados, edificios, quintas, implementos agrícolas y de
transporte, y otros bienes asociados con las propiedades; incluía también propiedades en otras regiones de la provincia, bienes inmobiliarios en la ciudad de Salta y los activos corporativos del diario El Intransigente. El segundo documento (AJS Escritura 71)
legalizaba la venta a sus hermanos de los intereses de Abel en la Estancia La Rosa, ubicada en la provincia de Jujuy y su monto se incluía en los $500,000 identificado en la Escritura 70. Los dos documentos también especificaban las condiciones de pago para esta venta: Los Michel Torino acordaban el pago de los $500,000 a Abel y a sus herederos durante un período de diez años con una tasa de interés del 4.8% anual. El tercer documento (AJS Escritura 72) contenía el testamento de Abel, el cual indicaba que dejaba sus pertenencias, los $500,000 de crédito identificado en las dos otras escrituras, a su mujer y a sus cuatro hijos, y nombrando a sus hermanos David y Martín como ejecutores de su testamento.
Hagamos una pausa en el relato por un momento para considerar la lógica de esta estrategia. Desde el punto de vista jurídico había sido necesario desmembrar la sociedad familiar antes que pudiera Abel vender sus acciones a sus hermanos, pero, tal como señala
Cornejo Linares, también prevenía que la viuda pudiera reclamar su parte de los bienes de la sociedad. Si bien la formación de la sociedad había sido informal, su desmembramiento también fue informal, y por lo tanto ningún inventario de los bienes de
Michel Torino Hermanos fue tomado previo al desmembramiento, ni fueron valuadas formalmente las acciones de la empresa. Ante ese hecho, preguntaban los abogados de la viuda durante el juicio, ¿de donde consiguieron establecer el valor de las acciones de Abel
para que las pudiera vender a sus hermanos? Los socios respondieron que había sido calculado en base de un inventario de la empresa realizada en 1939. La demandante respondió acusándolos de haber acometido contra ella, su esposo moribundo y sus hijos una transacción fraudulenta, y que el valor real de la empresa era cinco veces mayor a lo que se calculaba en los documentos de venta.
Según la querella contra los cuñados de la viuda, Elsa no fue notificada del último testamento de su esposo Abel hasta varios días después de su muerte. Pasado un tiempo, Elsa buscó reclamar, a la familia, sus derechos sucesorios. Sus esfuerzos privados por
conseguir remedio, según su abogado, fueron rechazados por sus cuñados. Cornejo Linares insiste en su libro que su cliente siempre había considerado el pleito sucesorio como un asunto privado, y que solo había recurrido a un recurso legal al agotarse todos los esfuerzos por una negociación directa con los hermanos. Cuando decidió recurrir a la justicia, Elsa no pudo ubicar ni un abogado en Salta que estuviera dispuesto a representarla; según su
abogado, la profesión legal en Salta, cuyos miembros en su mayoría provenía de la misma clase de los hermanos Michel Torino, se negó a socorrerla. Elsa luego buscó ayuda entre sus parientes en Tucumán, y estos la dirigieron a la Cámara de Diputados de la Nación y al mismo presidente, controlado en ese momento por el Partido Justicialista. Más tarde, un amargado David Michel Torino acusó al movimiento Justicialista de oportunista, convirtiendo un pleito privado y familiar en un debate público, y manipulando la causa de la viuda no para obtener justicia para ella sino para quebrantar la oposición política en Salta.
En 1948 Elsa consiguió que la representara legalmente el defensor Juan Carlos Cornejo Linares, un miembro de la reconocida familia Cornejo de Salta, pero también militante en el movimiento Justicialista en Salta. Cornejo Linares era diputado provincial y
su hermano Lucio se había convertido en gobernador de Salta ese mismo año. Sostuvo luego en su libro sobre el pleito que el caso de Elsa Figueroa representaba no solo una injusticia por parte de una familia poderosa en contra de una viuda indefensa, sino que
representaba también un conflicto entre un antiguo sistema dinástico enquistado de poder que gobernaba solo para proteger sus propios intereses, y un sistema democrático y populista que buscaba aplicar en la sociedad un sistema de justicia más imparcial. Este discurso, y la afiliación de la defensa con el movimiento Justicialista, le llevó a David Michel Torino a atribuirle al pleito motivos políticos; en su diario y sus escritos acusó a la defensa, de haber politizado un juicio que él calificaba como netamente familiar y privado.
Cornejo Linares replicó que su cliente había hecho todo lo posible para llegar a un acuerdo privado con los hermanos de su difunto esposo, y que el caso solo había sido politizado cuando los hermanos habían bloqueado todos los esfuerzos de Elsa para obtener justicia, recurriendo a los privilegios legales y políticos que como miembros de una elite cerrada tenían a su alcance.
Habiendo superado el problema de la representación legal, Elsa se encontró con un nuevo obstáculo: la defensa no podía conseguir un tribunal que se encargara del caso. La magistratura en Salta, dominio de las clases tradicionales, se abstuvo en masa. Este hecho, conjuntamente con una serie compleja de factores, llevo a la intervención federal en el poder judicial de Salta. La intervención significó un despido masivo de los jueces
provincianos y su reemplazo por jueces nombrados por el gobierno peronista. Es así que comenzó un litigio altamente publicitado, a veces volátil, que duró siete años, y requirió una protección militar y policial contra manifestantes y amenazas de violencia.
Antes que finalizara el juicio la empresa Michel Torino había sido disuelta, su presidente de hecho estaba encarcelado, su periódico confiscado y desmantelado. A pesar del golpe en contra
del sistema dinástico de poder en Salta que significó el caso, es poco convincente el argumento que algunos han hecho tanto de la izquierda como de la derecha (el mismo Cornejo Linares intima este punto, como lo hace también, irónicamente, David Michel Torino) que el caso revela la estrategia revolucionaria del peronismo contra la oligarquía salteña. Después de todo, el movimiento no hizo esfuerzo alguno de entregar las instituciones de poder a las clases trabajadores y campesinas, ni puso empeños para remover el control de las clases dominantes sobre los medios de producción en la provincia ni de desmantelar las bases familiares de su poder. Sin embargo, el caso proveyó una oportunidad a los grupos políticos populares, particularmente los peronistas, de mellar los
discursos de poder de la clase política tradicional en la provincia, y proveyó un espacio para la introducción de otros discursos políticos en el ámbito local.
Una reseña breve del juicio:
Si bien en los tribunales se litigó una serie de incidentes y se buscó determinar las motivaciones de los litigantes para imputar culpabilidad, el juicio sirvió también de foro para que los litigantes formularan narraciones que explicaran sus acciones, contextualizaran los incidentes y eventos discutidos en el caso, y permitieran situar sus acciones en el pleito.
Al ir avanzando el juicio estas narrativas iban evolucionando, incorporando los cambios y las vicisitudes en los argumentos y reinterpretando las acciones y posiciones de los litigantes. No podemos acá detallar el largo recorrido del juicio, con sus muchas marchas y contramarchas, ya que no son los detalles del juicio en si lo que nos interesan en este artículo, sino más bien la construcción de las narrativas de los protagonistas que sitúan las
secuencia de eventos, las causas y los efectos dentro de esas narrativas, y los esfuerzos de infundir las narrativas con autoridad, y por lo tanto intentaremos resumir los momentos
más importantes del litigio a continuación.
El punto clave del caso yace en la cuestión de las acciones del moribundo Abel antes de su muerte. Que las firmas en las tres escrituras (70, 71 y 72) sean del propio Abel
no es disputado por ninguna de las partes; el tema crítico, entonces es comprender los factores que llevaron a Abel a vender su parte en la empresa a sus hermanos, desheredando a su mujer y sus hijos de su parte en la empresa. La acusante, representándose a si misma y a sus hijos, denunció a sus cuñados de haberse aprovechado de la incapacidad mental de Abel, una condición producida por su enfermedad, para conseguir la firma en los
documentos y así despojar a los herederos de sus derechos sucesorios. Y para sustanciar su acusación presentó como testigo a un reconocido psicólogo quien ratificó que el cáncer del hígado sufrido por Abel produce entre otros síntomas un deterioro en las funciones mentales del paciente. Su abogado sostuvo, en base a este testimonio, que los cuñados de Elsa habían manipulado a Abel, aprovechando su vulnerabilidad mental, para conseguir que firmara las referidas escrituras y así destituyera a la viuda y sus hijos menores de la herencia que les correspondía. El abogado sostuvo que en base a su condición, la factura de venta de su parte en la empresa familiar era inválida; y mantuvo además que era inválida
también porque no se había realizado un inventario de los bienes de la sociedad de hecho antes que fuera disuelta, tal como lo requería la ley.
Los hermanos de Abel sostuvieron, por su parte, que su hermano moribundo sí había tenido pleno control de sus facultades mentales en el momento que firmara las escrituras (y presentaron como prueba el testimonio de varios médicos que habían atendido
al paciente durante su convalecencia), y además había firmado los documentos por voluntad propia (e incluso, que él mismo había dictado las condiciones del acuerdo y de la venta), y más allá que lo había hecho con el fin de proteger a su familia económicamente
después de su muerte.
Durante la fase inicial del juicio la querellante hizo tres demandas: primeramente, pidió la anulación de la disolución de la sociedad de hecho Michel Torino Hermanos, hecha efectiva mediante la escritura 70, la revocación de la factura de venta que había firmado Abel en su lecho de muerte, y la reconstitución de la empresa familiar con el complemento de todos sus miembros.
Segundamente, demandó que se llevara a cabo un inventario
exhaustivo imparcial de los bienes de la empresa Michel Torino Hermanos. Terceramente, pidió la restauración de la totalidad de los derechos de sucesión a los herederos de Abel Michel Torino, incluyendo el derecho a ocupar el lugar que les correspondían dentro de la empresa familiar.
En 1949 el tribunal dictaminó a favor de Elsa, restaurando sus derechos en la empresa y colocándola, en representación de si misma y de sus hijos, en la junta ejecutiva de la sociedad, junto a sus cuñados. El tribunal también nombró peritos para que realizaran un inventario definitivo de la empresa (durante el transcurso del juicio se hicieron múltiples inventarios). Los peritos establecieron un valor para la empresa en más de cuatro veces lo estimado originalmente por los hermanos.
Subsecuentemente, el testamento de Abel fue anulado, y Elsa y sus hijos fueron reincorporados como socios plenos de la corporación,
poseyendo una quinta parte de su valor.
Aparecieron inmediatamente problemas con el dictamen. Si bien Elsa había logrado sus objetivos de ocupar un lugar igualitario en la empresa, sus cuñados David y Martín seguían siendo sus principales ejecutivos. Un intento de resolver los conflictos
administrativos resulto en un proyecto para convertir a la empresa en una sociedad anónima, pero los representantes legales de Elsa rechazaron el plan, notando que la ley exigía al menos diez socios. A apenas quince días del dictamen original, el abogado de
Elsa solicitó al tribunal que los hermanos fueran removidos de la administración de la empresa y que se nombrara temporalmente un administrador interventor imparcial en su lugar. La remoción era necesaria, argumentó, porque los hermanos rechazaban la inclusión
de algunos bienes en el paquete de activos de la empresa. Entre estos figuraba la Finca Ovando, el diario El Intransigente y la marca o logo de Michel Torino Hermanos. Además, acusó a los hermanos de descapitalizar a la bodega más importante de la empresa, El Recreo.
Según testimonio de algunos miembros de la familia que entrevistamos años más tarde, los hermanos, y particularmente David, interpretaron a las acciones de la acusante como un ataque directo a la concordia familiar. Aunque inicialmente pudieron los
hermanos bloquear el intento de su remoción, un segundo intento ante un tribunal de apelaciones logró su destitución, y, reemplazando a los hermanos, se nombró un interventor de apellido Genovesi. Su nombramiento produjo un nuevo round de acusaciones y contraacusaciones. Los hermanos alegaron la incompetencia como interventor de Genovesi (quien era primo de Cornejo Linares) ya que carecía de experiencia referente a la producción y comercialización de vinos. Insistieron que las decisiones administrativas tomadas por Genovesi dañaban irremediablemente tanto a la empresa como a la marca, y además que eran ilegales. Y le acusaron de restringir el acceso que ellos debieran tener,
como accionistas de la empresa, a sus libros de contabilidad.
Ante la imposibilidad de desenmarañar el conflicto entre los miembros de la familia, el tribunal accedió a la demanda de Elsa de dividir las posesiones de la empresa entre sus herederos. El proceso de división fue complejo debido a los debates sobre cuales
bienes se incluirían en el patrimonio empresarial. La Finca Ovando, en Rosario de la Frontera, fue separada de las propiedades de la empresa y otorgada solamente a Martín. El diario El Intransigente, en contraste, fue incluido como parte de los bienes de la empresa y otorgado en concesión a David. Los cuatro hermanos Michel Torino crearon una nueva empresa bajo el nombre de Michel Torino Hnos., mientras que a Elsa se le otorgaron los bienes individuales que le correspondían. Estos incluyeron a la Estancia y Bodega de Tolombón, la cual había sido administrada por su marido, y parte del vino elaborado de El Recreo. Los hermanos siguieron acusando al gobierno de persecución contra sus intereses; inculparon al gobierno, por ejemplo, de haber confiscado a varias propiedades de la empresa, supuestamente bajo la justificativa de su utilidad pública. Más tarde la intervención judicial en la administración de la finca El Recreo llevó a un enfrentamiento físico entre Martín Michel Torino y el comisario del pueblo de Cafayate y el subsecuente exilio de Martín a Bolivia. David hizo su resistencia desde las páginas del diario El
Intransigente, la cual llevó al gobierno provincial a censurar y luego a clausurar el diario por difamación. Las oficinas del diario fueron desmantelados y sus imprentas vendidas. Desafiante, David denunció a través de páginas mimeografiadas imprimadas en su casa la expropiación como parte de una conspiración por parte del gobierno peronista para controlar la prensa en todo el país, lo que le valió ser premiado con la medalla de Freedom of the Press que se le otorgara en Nueva York en 1955. Su desafío ante los dictámenes de los tribunales lo llevó a ser arrestado y encarcelado en 1951, y permaneció en prisión hasta 1954.
El enfrentamiento de las narrativas y la producción de los sentidos:
Desde la perspectiva de muchos miembros de la familia y del público en general, los dictámenes del juzgado fracasaron, en última instancia, en resolver la disputa satisfactoriamente, tal como lo pudimos apreciar mucho más tarde en conversaciones con los residentes de Cafayate y con los sobrevivientes y descendientes de la familia. Por ejemplo, Doña Elsa nos habló en una entrevista de su larga vida en Tolombón, de su matrimonio y la crianza de sus hijos, pero se negó enfáticamente hablar del conflicto e insistió que ella tenía excelentes relaciones con la familia de su difunto marido. Los descendientes de Julio Michel Torino nos hablaron más abiertamente de la inutilidad de la disputa y de sus consecuencias catastróficas para la empresa familiar. De hecho, al inicio
de nuestra investigación del caso en 1992, la familia Michel Torino había perdido toda conexión con sus antiguas bodegas. Los bienes habían sido repartidos y vendidos a varios interesados, ninguno de ellos salteños, y dos de las tres bodegas habían sido virtualmente abandonadas a la espera de su venta por parte de sus acreedores. El techo de la gran sala de La Rosa, originalmente perteneciente a Julio Michel Torino, se había desplomado sobre sus
hermosas galerías, y sus jardines y viñedos habían sufrido los efectos de una severa inundación (últimamente han sido restaurados). La hija mayor de María Luisa, aún copropietaria de El Recreo en ese momento, se encontraba en el proceso de vender el resto de sus acciones en la empresa vinícola a una geográficamente distante compañía financiera.
Irónicamente el administrador de El Recreo en ese momento, quien entrevistamos, nos comentó que la propiedad más valiosa de la empresa en ese momento no eran sus vinos, sino su logo. En última instancia muchas de las personas que entrevistamos sobre el caso
opinaron que la disputa y el juicio habían sido la causa, directa o indirectamente, del colapso de la empresa y por lo tanto habían provocado la ruina familiar. Notamos todavía, a muchas décadas del caso, una sensación de desconcierto y frustración entre los que
habían sido afectados por la disputa.."Continúa en Carp.Documentos por falta de espacio" |
[artículo] Historia de la oligarquía salteña-Cafayate y su primer viñedo-Historia del juicio de la familia Michel Torino [texto impreso] . - 0001. [ En ANDES revista N° 25 Año 2014. Formato digital para consultar en esta página en Resumen/Extracto ] Idioma : Español ( spa) in Salta > N° 29.3 [01/01/0001] Clasificación: | Cafayate (Salta) Historia de Salta Oligarquía Salta [Argentina. Provincia]
| Resumen: | REFLEXIONES SOBRE EL ESTUDIO DE “LOS DE ARRIBA”:
PODER Y NARRATIVA EN UNA FAMILIA
OLIGÁRQUICA ARGENTINA
Terry Hoops (Con la colaboración de Diego Ashur Mas)
Introducción
En 1972, en una renombrada colección de ensayos titulados Reinventando la Antropología compilado por el sociolingüista Dell Hymes, se exhortaba a los practicantes de la disciplina a armarse de una "nueva conciencia" en la práctica y la teoría de la
antropología. Entre esos ensayos resalta el de Laura Nader, una antropóloga política progresista de la Universidad de California, Berkeley, la cual instaba a una nueva generación de jóvenes etnógrafos a ocuparse de la tarea de "estudiar a los de arriba”,
desafiando la tendencia antropológica de siempre estudiar a “los de abajo”. Nader postuló que solo cuando la antropología echara una mirada crítica y etnográfica sobre los que
ejercen el poder dentro de la sociedad puede la disciplina desacoplarse de su afiliación con esos mismos sistemas de poder (del los cuales es parte), y así contribuir a un proyecto de
emancipación de aquellos grupos (los pobres, desapoderados, resistentes, etc.) atrapados por los mismos sistemas de poder, ya sean locales o globales. Han pasado casi 40 años desde su convocatoria, y a pesar de un creciente interés en la fenomenología y los discursos de poder, despertado en parte por la influencia del filósofo francés Michel Foucault, son muy pocas las investigaciones etnográficas concretas producidas durante ese trayecto sobre los grupos de poder como las élites, los carteles políticos, los grupos y asociaciones capitalistas y otros grupos acaudalados y poderosos dentro de la sociedad. Uno podría
concluir, incluso, que en vez de formar parte central de la indagatoria etnográfica de campo, el estudio etnográfico de los poderosos se ha quedado rezagado al margen de la disciplina. Si, como Nader argumentaba, estos estudios son importantes para la antropología y en particular en la antropología consciente de su rol en la elaboración de una epistemología dentro de un contexto global ¿por qué se ha realizado tan poco en esta área
en la antropología?
Podemos apuntar a por lo menos dos causas importantes. La primera, la más obvia, es la metodológica. Tal como señala Nader, no es fácil estudiar etnográficamente a “los de arriba” porque una parte esencial en el ejercicio de poder consiste en restringir y manejar cuidadosamente el acceso a las esferas del poder; los poderosos controlan el acceso a sus miembros y a sus santuarios privados, y tienden además a cuidar su imagen pública.
Refiriéndose a las altas esferas del mundo corporativo estadounidense, Nader cita a un estudio de Zeff y Bush que nota que: el deseo de mantener secreta la información clave dentro de las empresas, su miedo paranoico a todo menos a su autogestionada cara pública, su negativa a discutir cuestiones relacionadas con sus operaciones y la exagerada preocupación de sus abogados por la confidencialidad de la relación abogado-cliente (aún cuando el interés público está en juego), sirven todas para eliminar cualquier flujo libre de información que debería estar disponible al foro público y son reminiscencias de las sociedades
secretas.
Simplemente, los poderosos y acaudalados no se prestan fácilmente al escrutinio etnográfico, aun cuando se enfoca en su rol público. Y sin embargo el estudio del ejercicio del poder por estos grupos requiere un análisis etnográfico (un enfoque que concierne gente
de carne y huesos, existiendo dentro de grupos sociales, no sólo los discursos que producen), ya que es imposible separar, dentro de sus actividades y estrategias, la convergencia entre el ámbito privado y público, y entre las esferas familiares y sociales, y
las esferas del poder. Es común, incluso, que en estos grupos el poder público sea “domesticado” e incorporado al mundo privado y familiar en el ejercicio del poder, y por lo tanto es un dominio menos accesible al etnógrafo. Acceder a los santuarios internos de las familias de elites requiere cultivar confianza y confidencialidad, una confianza que se gana, hasta cierto punto, cuando ellas no ven como amenazante el rol que desempeña el
etnógrafo. Tal confianza tiene poca posibilidad de realizarse particularmente si el estudio de los de arriba se lleva a cabo con el espíritu que Nader aboca.
Este último punto apunta a otra dificultad, esta vez de carácter ético y epistemológico, que se enfrenta en el estudio etnográfico de los que controlan y manejan las estructuras de poder. En su formulación epistemológica clásica, la etnografía tal como fue conceptualizada por Malinowski y sus sucesores intenta en “hacer inteligible la experiencia y la perspectiva de los informantes” y lograr una actitud fundamentada en el relativismo cultural que permita al etnógrafo penetrar en el mundo como es concebido por sus informantes. Desde el punto de vista ético, esta postura epistemológica se traduce metodológicamente en “no causar daño al informante”. En contraste, para Nader la intención de estudiar etnográficamente a los poderosos es de desenmascarar a los atributos del poder que hacen posible su dominación política y la explotación de “los de abajo,” con el fin de contribuir a la emancipación de sus víctimas. En otras palabras, Nader hace su súplica con un espíritu de develamiento, no de relativismo. Desde este punto de vista el trabajo de campo se vuelve algo parecido a un tipo de periodismo investigativo/etnográfico.
Nader dice que: hay una cierta urgencia en el tipo de antropología que se interesa por el poder [ ] ya que la calidad de vida, incluida la nuestra, puede depender de la medida en que los ciudadanos entiendan a aquellos que dan forma a las actitudes y que actualmente controlan las estructuras institucionales. El
estudio del hombre enfrenta una situación sin precedentes: nunca antes, ya sea por acción o inacción, tan pocos tuvieron el poder sobre la vida y la muerte de tantos miembros de la especie.
Pero se podría preguntar, ¿no viola esta metodología la relación de confianza entre investigador e informante y con ello el principio ético y epistemológico de intentar comprender a la comunidad estudiada desde su propia perspectiva, en sus propios
términos?
Pero, por otro lado, ¿si estudiamos a los grupos dominantes de manera desinteresada e imparcial según el espíritu de la etnografía tradicional (si es que, más allá de la teoría, se pudiera lograr), ¿no corremos el peligro de ignorar la manera en que los discursos de poder y las relaciones de clases son creados y mantenidos, y las formas que los sistemas de dominación afectan en maneras muy concretas las vidas de los dominados? ¿Puede la etnógrafa estudiar a los sistemas y el ejercicio de la dominación y el poder imparcialmente, sin ser o su cómplice o su opositora? Por supuesto, esta cuestión es mucho más compleja de lo que pudiéramos tratar acá, ya que el tema de la relación entre la etnografía y los discursos de poder no es problemático solamente en el caso del estudio de los dominadores, pero explica en parte el porqué los antropólogos tienden a gravitar hacia los grupos menos poderosos en sus estudios etnográficos, y a mostrarse alérgicos al estudio de los grupos de poder.Si bien el estudio etnográfico de los grupos dominantes presenta sus desafíos
particulares, ¿no sigue siendo pertinente el reto que nos hace Nader? La respuesta de Nader es esta: los antropólogos pueden en efecto preguntarse a sí mismos si la totalidad del campo de trabajo no depende de una cierta relación de poder a favor del antropólogo y si en realidad esa relación dominador-subordinado puede estar afectando el tipo de teorías con las que nos manejamos ¿Qué pasaría si al reinventar la antropología los antropólogos estudiaran a los colonizadores en vez de a los colonizados, la cultura de los poderosos en vez de la cultura de los sin poder, la cultura de la riqueza en vez de la cultura de la pobreza ?
Este artículo propone examinar nuevamente la exhortación de Nader de hacer etnografía enfocada en el estudio de los de arriba. Lo hacemos al examinar a un grupo particular, una oligarquía regional localizada en el noroeste de Argentina, y en eventos que
alcanzaron a una familia en particular dentro del grupo. Específicamente el artículo relata una disputa hereditaria entre miembros de una familia productora de vino y el caso judicial
subsiguiente durante la década del `40. El caso está bien documentado, comprende una compleja serie de eventos que ofuscan las demarcaciones entre el dominio privado de las relaciones familiares, y las esferas públicas y políticas de sus actividades. Los actores en el caso son reales también, aquellos que todavía están vivos fueron entrevistados junto con algunos de los hijos y asociados de los protagonistas ya difuntos. El hecho que enfoquemos sobre un evento particular es importante, ya que este es un grupo social que se identifica desde un punto de vista eminentemente histórico, utilizando la narrativa temporal
e histórica para autodefinirse y negociar sus actividades relacionados con el acaparamiento y negocio de las relaciones del poder.
En este trabajo hacemos hincapié particularmente sobre la idea que el poder es el producto tanto de un fenómeno discursivo como de la agencia. Dentro de la estructura de poder los agentes forjan y modifican sus discursos, interpretan eventos que viven y
experimentan, y por lo tanto enmarcan sus acciones. Tal como señala Giddens, el poder emana de la agencia (agency), pero siempre dentro de un contexto, y por lo tanto, lo que él
llama prácticas situadas:
(la) agencia… no se refiere a una serie de actos discretos combinados entre
sí, sino a un flujo continuado de conducta. Podemos definir a la agencia…
como involucrando “una corriente de intervenciones causales, actuales o contempladas, de seres corpóreos en el curso del desenvolvimiento de acontecimientos-en-el-mundo.
Así, la naturaleza del poder consiste en ligar la agencia (la capacidad de actuar de otra manera) con una narrativa:
El poder se expresa en la capacidad de los actores de hacer valer ciertos relatos y de poner en práctica o resistir prácticas sancionatorias; pero estas potencialidades se ejercen sobre modos de dominación estructurados en los sistemas sociales.
Así es como las clases dominantes crean, transforman e imponen discursos dentro de su propio grupo y sobre otros grupos, interpretando acciones y eventos, lo que les permiten ejercer el poder. Más abajo diremos más acerca de cómo la oligarquía produce sus prácticas situadas y las contradicciones involucradas en el proceso. Pero permítannos sugerir, de manera preliminar, algunas de las orientaciones que prepondríamos para una aproximación etnográfica al estudio de grupos dominantes como las oligarquías regionales.
Primero que nada, tales estudios deben evitar algunos de los peligros latentes en el
uso vulgar de conceptos como “elites” y “clases”. Marcus señala que ambos términos son abstractos, ambiguos, tendientes a la atemporalidad y vacíos de protagonistas complejos.
Como términos analíticos utilizados dentro del discurso académico, no alcanzan para proveernos de seres de carne y hueso, ni dotan a los actores referentes de relaciones e identidades complejas. En el lenguaje de la metodología etnográfica son categorías “etic”
(definidas desde afuera, en oposición a los conceptos “emic”) utilizadas para entender el comportamiento colectivo de grupos analíticamente definidos; sin embargo, los miembros de tales grupos puede que no definan su identidad y las acciones de su propia colectividad en esos términos. Eso sin decir que los miembros de los grupos dominantes tienen familias, que sostienen una compleja variedad de creencias políticas y religiosas, que pertenecen a una variedad de organizaciones sociales diferentes y que comparten con miembros de otras clases los rangos de emociones humanas, lealtades y valores. De hecho, puede que ellos no se piensen a sí mismos como a una “clase” o una “élite”, aún cuando los científicos sociales insisten en ello. Es más, en nuestra experiencia algunos miembros de las clases dirigentes a menudo están distanciados de otras clases y tienen poca “conciencia de clase” en cuanto a ellos mismos. Las realidades relacionadas con el ejercicio del poder y la acumulación de capitales son complejas y a menudo contradictorias. Los intereses familiares y económicos
pueden entrar en conflicto entre si; los códigos religiosos, la lealtad nacionalista y las filosofías políticas pueden todas competir con los intereses de clase. Ciertamente este es el
caso de la oligarquía de Salta, cuyo parámetro histórico de identificación ha sido siempre la genealogía y la familia (o la dinastía) más que la idea de clase. La composición del grupo
“en su momento” era compleja: dentro de las familias dominantes hay individuos con mayor protagonismo y otros que tienen poco poder; hay individuos ricos, empobrecidos y pobres. Por lo tanto, podríamos decir que la oligarquía es un tipo de “clase dominante”
históricamente específica; como grupo no es exactamente una élite, tampoco una clase capitalista o una clase capitalista situada marginalmente (mucho menos una clase feudal).
Un escrutinio etnográfico de este grupo debe estudiarlo tal cual como es “en el terreno” y examinar el poder y el discurso en ese contexto.
En segundo lugar, un acercamiento etnográfico al estudio de los de arriba debe evitar la tendencia de las ciencias sociales a transformar acontecimientos y narrativas en procesos y estructuras atemporales. El acercamiento a los eventos por parte de la
antropología, a menudo, no es muy diferente al de sus disciplinas hermanas más deductivas: la temporalidad es invariablemente transformada de secuencia a estructura, los hechos son analizados para extraer de ellos principios sociales. Mientras que ese tipo de análisis puede ser provechoso en ciertos casos, pensamos que debemos ir más allá, ya que esa tendencia representa la tentación a transformar a los sujetos históricos en “la gente sinhistoria”.
Dentro del capitalismo al menos, los grupos dominantes son profundamente históricos, la memoria y la narración son componentes esenciales en la constitución misma del grupo.
Propondremos en este artículo, al menos en relación a la oligarquía salteña, que la forma en que los grupos dominantes narran su historia y como la recuerdan es parte de su forma de constituirse y actuar. Como señala Poderti, entender esta historia no es solamente un problema de identificar una secuencia temporal de hechos, (más bien) implica un entendimiento de los sentidos simbólicos atribuidos a los hechos y las luchas por la exégesis de la narración:
El debate sobre la microhistoria se centra también en la problemática del discurso historiográfico, reconociendo que la requisitoria que todo historiador emprende no involucra solamente la interpretación de los significados, sino más bien la definición de ambigüedades del mundo simbólico, la pluralidad de posibles interpretaciones del mismo y la lucha que tiene lugar sobre recursos tanto simbólicos como materiales.
Como señala Ashur nuestra preocupación no debería ser la de identificar los “hechos” y acontecimientos de la historia, sino los significados dados a la historia por los actores sociales.
Reconocer el discurso como el lugar de construcción por el que todo pasa, implica destronar la obsesión por el fetichismo documentalista - a partir del cual la fórmula documente se equipara al hecho histórico, desconociendo el proceso de construcción que supone todo conocimiento histórico
Los actores históricos piensan y actúan en términos temporales.
Como actores históricos, los miembros de la oligarquía no sólo actúan dentro de los confines de la historia, sino que también interpretan y dan sentido a sus acciones y eventos en la esfera
pública. En Salta la historia fue (y hasta cierto punto aún lo es) “propiedad” de la oligarquía, la historia sociopolítica pública está inserta en las historias familiares de las dinastías gobernantes. La transformación del sistema de clases en Argentina en el siglo XX está ligada, precisamente, con la emancipación de las clases trabajadoras del yugo de la historia oligárquica y de su incorporación a una historia nacional. Dentro de la oligarquía,
las historias familiares y específicamente las historias genealógicas, son fundamentales para el control del dominio público. En consecuencia, casos como el descrito en éste artículo
tocan no solamente en lo que concierne a la dinámica de las relaciones familiares, sino también a las relaciones entre el mundo privado de la oligarquía y el dominio público.
Entonces, no es sorprendente que el debate se haya llevado a cabo solamente dentro del marco de los miembros de la familia, sino también en un ámbito de dominio público.
Finalmente creemos importante hacer notar que la agencia no es generada directamente desde la posición de clase, y que el poder tampoco emana de manera determinista desde la estructura política. Creer eso es darle a la agencia una cualidad teleológica. Al respecto, nos basamos en la manera en que Giddens entiende la agencia:
“… es un rasgo característico de la agencia que, en cualquier momento, el agente pueda actuar de otra manera”.
Así, para los actores la agencia es a menudo compleja, paradójica
y contradictoria. No hay anteproyecto o plan para la dominación o el ejercicio del poder, particularmente cuando la dominación es una empresa colectiva e individual a la vez.
Ciertamente si la dominación puede ser contestada con formas variadas de resistencia, tanto de manera consciente como inconsciente, la resistencia puede ser enfrentada y contrarrestada con numerosas formas de dominación y normas. Esto debe ser reconocido sies que la homogeneización de las clases dominantes es algo a evitar.
Identificando a la oligarquía salteña
Una lectura de la literatura académica sobre la realidad sociopolítica Latinoamérica raramente desentierra el término oligarquía en el análisis de las élites tradicionales. Como
término no aparece ni en las historias “oficiales” ni en los análisis sociales de las clases gobernantes salteñas o argentinas. Por ejemplo, una ojeada a la colección de escritos de académicos salteños con motivo de la celebración de los 400 años de la fundación de la ciudad no revela ni una sola vez el uso del término (Universidad Nacional de Salta 1982).
Otros trabajos históricos, que por definición son el dominio de las clases dominantes de Salta, no utilizan el término y ni siquiera lo mencionan. Ciertamente la élite salteña nunca utilizó formalmente el término para referirse a sí misma. En cambio, han usado informalmente términos como gente decente, familias de bien, familias patricias o familias tradicionales, así como otros que hacen foco en las cualidades familísticas y morales del poder.
En algún grado estos han sido reemplazados dentro de los análisis del poder por términos burocrático-institucionales relacionados al funcionamiento de un régimen democrático, pero en Salta, por lo menos, los escépticos creen que la misma gente y las mismas familias continúan manejando los hilos del poder. Hallamos fascinante la ausencia de la expresión en el discurso académico local, ya que es un término de uso común dentro de la tradición oral en la ciudad, particularmente para la crítica de izquierda de la historia salteña. Por ejemplo, Caro Figueroa famosamente declaró:
"Salta se encuentra dominada por una oligarquía que ha sabido retener el poder político e imponer su voluntad a las mayorías populares, pese a su insignificancia electoral. Precisamente ese hecho muestra claramente que la oligarquía dominante ha logrado usurpar el poder político en virtud de
su poder económico y de su fuerza social."
A menudo en Salta, en discusiones espontáneas de café, reuniones de estudiantes y tertulias informales de historia, el término frecuentemente hace su apariencia en el análisis de las relaciones de poder y de la cultura de poder.
¿Por qué el término se halla tan ausente en sociedades cuyas historias han sido identificadas por la dominación de dinastías de poder? Se sugieren varias razones. Primero que nada, es un término volátil que carga con un bagaje ideológico ineludible en Latinoamérica y en otros lados. Cuando es usado, es a menudo en un contexto adverso a los intereses de las clases dominantes y comúnmente como parte de un discurso contestatario.
Su connotación negativa se remonta por lo menos hasta Aristóteles (Platón ya lo utilizaba para definir al gobierno de los Treinta Tiranos), quien yuxtapone la oligarquía a la aristocracia, definiéndola como la fase desviada del gobierno de los pocos. Ciertamente la democracia liberal del siglo XX ha hecho al gobierno oligárquico menos atractivo y un tanto anacrónico. Su ausencia también puede que apunte a la dimensión política del trabajo de campo y la investigación social. Los antropólogos y otros investigadores sociales a menudo llevan a cabo sus investigaciones en ambientes académicos y discursivos que, por
motivos indicados anteriormente, son bastante poco receptivos a examinar el ámbito y la naturaleza de un término ampliamente utilizado de otra manera y cargada con su bagaje ideológico. Finalmente, tal vez el más débil y sin embargo más destacado aspecto del término es su imprecisión, tanto en el contexto del uso cotidiano del lenguaje en lugares en donde la oligarquía existe o existió, como en la literatura histórica y sociológica.
El término carece de precisión en lo que se refiere a las teorías de acción y estructura que otros conceptos como “clase” (determinismo económico) y “elite” (determinismo político) sí las
tienen. El concepto de “oligarquía” también es impreciso etnográficamente: la tradición etnográfica no logra definir con claridad los confines y las condiciones de pertenencia en el grupo, ni delimita las hileras de autoridad y poder, y carece de especificidad histórica. Es,sin embargo, esta última cualidad lo que lo convierte en un concepto etnográfica y analíticamente útil, porque nos obliga a examinar la complexión del poder y discurso dentro del contexto de éste grupo. La oligarquía no es ente estático cuyo estudio permite extraer un modelo atemporal del funcionamiento del poder, sino la expresión social voluble e
históricamente especifica de un grupo concreto en el cual podemos discernir el espacio de encuentro entre las dinámicas de clase y poder, entre parentesco y capital, entre discurso y acción.
¿Qué es la oligarquía? En general oligarquía es un término utilizado en muchas regiones de Latinoamérica para referirse a un grupo interrelacionado de familias poderosas que han tenido el control tanto del aparato político y de los medios de producción en la región (comúnmente la tierra), grupos que también se les conoce por dinastías capitalistas.
Argumentaríamos que la oligarquía latinoamericana es más precisamente un grupo de poder históricamente constituido, que sostuvo un monopolio sobre los aparatos locales del estado desde la independencia de España hasta su desplazamiento por una burguesía rural y urbana (que a menudo provenía del mismo grupo social) y los elites burocráticos del estado moderno. Paige describe la oligarquía en Centroamérica como: “… una élite hereditaria dentro de una sociedad en la que la posición en un linaje aristocrático era un determinante importante en su ubicación dentro de un sistema de clases”26. Diríamos además que la oligarquía representa una expresión social de un sistema inmaduro de acumulación capitalista en un contexto de un aparato estatal débil.
Primero que nada la oligarquía en Salta emergió como un grupo dominante criollo regional que ocupó los ápices del aparato del poder local, débil por cierto, dentro del estado nacional descentralizado que siguió a la expulsión del sistema colonial español a principios del siglo XIX. Fue el vacío de poder y más específicamente la ausencia de una fuerza nacional centralizadora tras el colapso de los virreinatos españoles, lo que estas familias criollas llenaron. Pero el poder oligárquico y el control monopólico sobre las instituciones de gobernación hicieron poco en aliviar la debilidad y vulnerabilidad inescapable de la
oligarquía. Las tendencias conflictivas entre mantener la autonomía soberana local y la necesidad de unirse con otras oligarquías regionales en una especie de administración
centralizada caracterizaron la lucha política en la Argentina y en Salta durante el siglo XIX, y ese mismo conflicto sigue siendo una importante dinámica para los agentes políticos locales actuales, quienes se sienten vulnerables a la intrusión del estado nacional. Como señala Hollander, en última instancia Argentina fue capaz de consolidar un gobierno nacional y crear un sentimiento de identidad nacional a través de una alianza de poder compartido entre varias oligarquías regionales hasta que fue interrumpido por la consolidación del Partido Radical (y sus contrapartidas) y el establecimiento del sufragio universal en 1916.
La base económica de la oligarquía fue la tierra a través del latifundio- o en la terminología de Salta, la finca- y el comercio mercantil. Históricamente las familias gobernantes de Salta se sostuvieron con la cría de ganado, el control monopólico de la
tierra, el comercio y el manejo de las instituciones estatales y educacionales. El método de gobernación no sólo las proveyó el control de las estructuras de poder, sino que también acopló las otras clases de la provincia- principalmente a campesinos/arrendatarios, el proletariado rural (gauchos/arrieros) y a pequeños comerciantes/artesanos- a su modo de producción.
La vulnerabilidad de la provincia y la carencia de capital hicieron que otras formas de producción resultaran riesgosas, plagadas por mercados inseguros. Así, irónicamente, el siglo XIX representa retrospectivamente la era dorada de la oligarquía y
sin embargo fue un período de inestabilidad, aislamiento y estancamiento para la oligarquía salteña. Durante éste período muchas de las familias más ilustres de Salta cayeron en la
ruina financiera o se vieron forzadas al exilio político.
Claramente la característica más importante de la oligarquía fue su uso del lenguaje de parentesco o más precisamente de la narrativa genealógica (esta tendencia se afirmó aún
más fuertemente a principios del siglo XX con la apariencia de dinastías capitalistas con injerencia en la política nacional) aspirantemente modelada sobre el sistema de linaje Europeo, para aseverar y delimitar su membrecía.
Era un sistema como de castas: el poder y la riqueza eran controlados y reproducidos a través del lenguaje de parentesco, un
lenguaje por cierto que otras clases compartían y podían entender. Las narrativas genealógicas no sólo excluían del poder a los pretendientes no miembros, sino que también servían como un idioma flexible con el que se podía incorporar al grupo a los de afuera,
particularmente inmigrantes con nuevas fuentes de capital. Esto explica la presencia de apellidos franceses, británicos y de otras partes de Europa en la oligarquía (Day, Durand, Fleming, Leach, Michel). El uso del lenguaje dinástico se insertaba en todos aspectos de la dominación oligárquica: transformó capital en patrimonio (de esto hablaremos más abajo), bienes inmuebles en bienes patrimoniales, historia en genealogía. Las genealogías
familiares no estaban grabadas en piedra, sino más bien referentes en el discurso que variaban según contexto y personajes, lo que Ranger y Hobsbawm llamarían “invenciones,” forjadas desde el capital simbólico individual o familiar, para narrar una identidad familiar que maximizara los beneficios a sus narradores. Así las
narrativas genealógicas se transformaron y cambiaron cuando las condiciones históricas y las circunstancias familiares lo hacían conveniente.
Sin embargo, este grupo dominante nunca constituyó una entidad monolítica (hasta se podría decir que no constituyeron un “grupo”). Las familias dentro del grupo dominante
usaron las relaciones de parentesco y las conexiones para posicionarse social y políticamente dentro de la estructura dominante salteña. Pero debido a la falta de títulos hereditarios y el sometimiento de los recursos genealógicos a las vicisitudes del capital y la política, las posiciones alcanzadas o designadas dentro de este sistema de clases eran inseguras y cambiantes.
Internamente la clase dominante estaba dividida por los mismos
problemas que desmembraron a la oligarquía dominante en Buenos Aires. La genealogía nunca fue un elemento suficiente para asegurarse una posición de clase, las familias de la oligarquía seguían sujetas a las condiciones económicas de la dominación de clase.
En Salta la oligarquía comenzó a experimentar transformaciones a principios del siglo XX. A nivel nacional el aparato político y el puerto se volvieron cada vez más dominantes a través de una burguesía mercantil ligada a la industria de la carne y la
producción de cuero, así como a un sistema agroindustrial más capitalizado en las pampas.
Los sucesos del caso Michel Torino:
En 1946 un explosivo conflicto doméstico de una de las familias prominentes en Salta, los Michel Torino, puso a prueba las intrincadas alianzas (entre las dinastías importantes de Salta) que formaban la base de su poder. Dentro de una sociedad todavía
aldeana, los Michel Torino figuraban como una de las familias más influyentes de Salta.
Su influencia provenía de una fortuna nacida de una extensa producción de vinos en la zona de Cafayate y del control casi monopólico de la prensa local a través del diario El Intransigente. Uno de los miembros de la familia desenvolvía un rol político importante en la provincia; había sido uno de los fundadores del Partido Radical en Salta, liderando a un
grupo de jóvenes, de la elite, que se oponían a la tendencia conservadora de la clase dirigente en la provincia de la época, fue diputado provincial dos veces, y ocupó la presidencia de la Bolsa de Comercio de Salta por quince años. La disputa familiar a la cual nos referimos anteriormente estalló tras la muerte de uno de los cinco hermanos de esta familia y el subsiguiente juicio sucesorio que colocó a su viuda en contra de los hermanos de su difunto esposo, alegando una estafa sobre sus derechos hereditarios.
El juicio, que tuvo una trascendencia política además de judicial, tanto a nivel provincial como nacional, duró casi diez años, y sus repercusiones se sienten todavía en la vida
política y económica de la provincia.
El caso Michel Torino es todavía célebre en Salta, no solo por su publicidad sino también por lo que algunos consideran como un nuevo nivel de injerencia política del gobierno nacional en asuntos internos de la provincia a través del movimiento peronista del momento. Al menos cuatro libros fueron escritos sobre el caso,tres por el acusado y sus aliados y defensores, y uno por el abogado de la demandante. Fueron publicados además numerosos artículos y comentarios referentes al juicio, incluyendo una extensa reseña en el libro del abogado e historiador salteño Atilio Cornejo “Bibliografía Jurídica de Salteños” (1983) y en la historia crítica de la oligarquía de Caro Figueroa “Historia de la Gente Decente” (1970), así como en revistas y periódicos nacionales e internacionales, dándole al caso bastante cobertura pública. El juicio se desenvolvió durante un período de bastante
conmoción política en la provincia, lo cual ayuda explicar que la disputa brincara el terraplén familiar y desbordara a la esfera pública.
La historia familiar de los Michel Torino imita en términos generales las historias de muchas otras dinastías política y económicamente importantes en la provincia de Salta.
Los Michel Torino provenían de dos ramas - los Torino - una vieja familia con raíces profundas en la Salta colonial, - y los Michel – una familia de raíces burguesas aparentemente proveniente del País Vasco que arribaron a Salta a fines del siglo XIX. Los
descendientes de la primera reconocen como fundador de la dinastía a Juan Torino de Viana (o Viana de Torino, según el genealogista salteño Peñalva Torino), quien arribó a la provincia colonial durante la primera mitad del siglo XVIII. El posible iniciador del linaje en América, Torino de Viana, se casó con Bernarda Loza Bravo, descendiente de los Abreu Figueroa, una de las familias fundadoras de Salta y a través del matrimonio se transformó en dueño de una de las propiedades más codiciadas de Salta, la Estancia Vieja del Rosario, ubicada en la ladera occidental del Valle de Lerma. La inmensa estancia no solo contaba con algunas de las tierras más fértiles del valle, sino que también estaba
estratégicamente ubicada sobre la ruta que conectaba al Río de la Plata con el centro minero de Potosí y con el Alto Perú. Su ubicación era ideal para la invernada de mulas que constituía la fuente principal de riqueza en Salta durante el período tardío colonial. La finca estaba atravesada por dos de los ríos más importantes del valle, y su proximidad a la capital de la provincia y a la feria de mulas más importante del valle la convertía en una de las propiedades más prósperas de la zona. Durante la primera mitad del siglo XIX la familia fue perdiendo posesión de la propiedad, probablemente debido a la división
inevitable entre los herederos y las subsiguientes ventas de fragmentos a terceros; es posible que la contracción económica provocada en parte por la guerra con España y las subsiguientes guerras civiles que enturbiaran la estabilidad de la región durante ese período también afectara a la fortuna familiar. Eventualmente algunos de los descendientes de la familia se trasladaron a otras provincias, entre ellas una rama que se estableció en Jujuy; otros se mudaron a Buenos Aires o al vecino país de Bolivia.
La familia Michel Torino se formó a través del matrimonio de David Michel, perteneciente a una familia inmigrante o a lo menos recientemente llegada de Europa, con Gabriela Torino. La familia se estableció en Cafayate, y gradualmente fue acumulando propiedades en el valle. Acumuló su fortuna inicial con la invernada de ganado y su arreo al norte de Chile. Cafayate se benefició particularmente de este creciente mercado, impulsado en gran medida por la extracción minera de nitrato en la zona desértica del Atacama, ya que estaba ubicada sobre una de las rutas principales al norte de Chile y sus tierras de pastaje y sus alfares eran excelentes para el engorde. Gradualmente la pareja
convirtió sus inversiones en una de las fortunas más importantes de Salta. Aunque por muchos años el ganado fue el motor primario de la fortuna familiar, David Michel comenzó a plantar viñas en sus tierras, utilizando las uvas criollas nativas e injertando estas con cepas importadas de Francia. Las tierras en Cafayate mostraron ser adecuados para el cultivo de una variedad de uvas francesas, y lentamente David construyó sus bodegas y viñedos, invirtiendo en obras de riego, infraestructura y tecnología. A una edad relativamente temprana David murió repentinamente, dejando atrás a su joven viuda con cinco hijos.
Según los relatos familiares, Gabriela mostró ser capaz del manejo y la expansión de su todavía naciente empresa. Realizó nuevas compras de tierra, invirtió en obras de irrigación e infraestructura y siguió con la construcción de sus bodegas. Posteriormente delegó la administración de sus enormes fincas a sus hijos, a pesar de la juventud e inexperiencia de estos. David, el mayor, dejó sus estudios de medicina para trabajar en la
empresa familiar, y de todos los hermanos solo Martín logró completar sus estudios universitarios. Gabriela mantuvo la unidad de los “holdings” familiares, y después de su muerte, David, pudo convencer a sus hermanos de mantener esa unidad propietaria,
rompiendo así con la tradición sucesoria salteña de subdividir la herencia. David sostuvo más tarde que entendía que la prosperidad de la asociación familiar dependía de su continua unificación. Este tema fue luego remarcado en el juicio sucesorio.
Tras la muerte de Gabriela los hermanos acordaron formar una empresa familiar informal (conocida legalmente como una sociedad de hecho); tal organización económica ponía menos énfasis en el marco contractual entre las partes para operar, y mucho más
énfasis en los lazos de afectividad y lealtad dentro de las relaciones familiares para lograr sus objetivos sociales. Al formar la sociedad los hermanos evadieron hacer un inventario de los bienes de la empresa, ya que no contemplaban la separación sucesoria de ellos, y la naturaleza específica del acuerdo entre los hermanos se mantuvo dentro de un marco informal, aunque la sociedad de hecho otorgó a Martín y David el rol de apoderados de la corporación para administrar los bienes y asuntos de la sociedad fraternal, un requisito más legal que administrativo. La cabeza de la empresa, nunca formalmente establecida pero si
informalmente reconocida no solo por sus hermanos sino también por clientes y asociados, era David Michel Torino, y por esta razón ocupa un lugar preponderante en la defensa de la empresa ante los tribunales en el juicio sucesorio posterior.
Los cargos administrativos de la empresa se dividieron informalmente entre los hermanos. Abel administró tres estancias, El Puerto, La Arboleda y La Armonía, que originalmente formaron parte de la vasta y antigua Encomienda y Estancia de Tolombón
ubicada en el extremo sur de Cafayate (conectado con el pueblo por el Río Santa María).
Sus viñedos algo primitivos reflejaban el aislamiento relativo de la propiedad. Abel era todavía un adolescente cuando empezó a administrar estas explotaciones. Montó su hogar y su sede en la gran sala de El Puerto; la casa carecía de electricidad, agua corriente o medios de comunicación con Cafayate que era el poblado más cercano. El sendero que unía a El Puerto con Cafayate seguía el lecho del Río Santa María, se cortaba durante las lluvias del verano, y aun cuando estaba habilitado llevaba horas atravesarlo a caballo o en automóvil.
Los hermanos mayores de Abel, Martín y Julio, administraban respectivamente las enormes fincas La Rosa y El Recreo, ubicadas en las franjas del bello pueblo veraniego de Cafayate. Esta villa rural era, según la descripción posterior de la viuda de Abel, un
moderno centro urbanizado en comparación con Tolombón, e incluso ya en esa época era uno de los sitios de veraneo favoritos de la gente adinerada de Salta. Los hermanos vivían en salas ubicadas a pocas cuadras de la plaza principal del pueblo. Cafayate tuvo telégrafo muy tempranamente, y a partir de 1920 contó también con teléfono. David, el mayor de los hermanos, ocupaba de hecho el lugar de presidente de la empresa y promotor de sus productos.
Según los relatos familiares, era, por virtud de su edad y su personalidad, la figura pública de la empresa y vocero de la voluntad familiar. Su lealtad a la unidad familiar era indiscutible, y aparentemente, según esos mismos relatos, lo hizo acreedor de la incuestionable confianza y lealtad de sus hermanos. David nunca se casó. Administraba la contaduría de la empresa, arreglaba la comercialización de sus vinos y se insertó en la
vida política de la provincia. Fue miembro fundador del partido Radical en Salta y eventualmente se convirtió en líder provincial del mismo. Su afiliación política lo llevó a veces a enfrentar a miembros más conservadores de la clase política dirigente de la
provincia, representados por el Partido Unión Popular que incluía a poderosas familias locales como los Zerda, Ortiz y Patrón Costas. Fue elegido como diputado a la legislatura provincial, y junto con cinco amigos de filosofías políticas similares fundaron el periódico del Partido Radical, El Cívico Intransigente. Pocos años después se transformó en el único propietario del diario, cambiando su nombre por el de El Intransigente. El periódico, con
sus oficinas y prensas, fue incorporado a la sociedad familiar, como también así lo habían sido los bienes particulares de David. David vivía en la capital de la provincia, y según sus hermanos raramente hacía el tortuoso y largo viaje a través de la quebrada de Las Conchas hasta Cafayate. Cuando los hermanos necesitaban consultarle, ellos viajaban a donde estaba David, y no viceversa.
María Luisa, la única hermana, jugó un rol invisible en el emprendimiento familiar.
Había comenzado sus estudios universitarios en Buenos Aires cuando los dejó para casarse con Jorge Cambolive, un ingeniero oriundo de esa ciudad. Según los relatos familiares, Cambolive se mantuvo al margen de la empresa de los Michel Torino. Después de la muerte prematura de éste durante la década de los 30, su viuda y su pequeña hija permanecieron en Buenos Aires, viajando con frecuencia a Salta. Era considerada como un miembro pleno de la sociedad, aunque como sus hermanos, difería las decisiones mayores a David. Su rol dentro de la empresa se invirtió en 1960 cuando se convirtió en la directora de la empresa Michel Torino Hermanos tras la muerte del último de sus hermanos.
El modus operandi de la empresa era típico de la empresa dinástica en la Salta de la época. Carecía de una estructura administrativa jerárquica racionalizada, modelada en los
principios de la nueva ciencia de la administración de empresas; más bien, operaba sobre una base de los valores familiares de solidaridad y lealtad. Típicamente, la línea divisoria
entre propiedad privada y bienes corporativos era borrosa. Según documentos del archivo judicial, se utilizaban fondos de la empresa de manera indiscriminada, tanto para pagar los gastos empresariales como los personales; los socios no recibían sueldos acordados, sino que los gastos familiares se sacaban directamente de las arcas de la compañía. Tal como se evadía la distinción concreta entre propiedad personal de cada uno de los socios, se evitaba la distinción concreta entre el capital que pertenecía concretamente a la sociedad empresarial y el patrimonio que representaba la acumulación de riqueza de sus propietarios. De este tema hablaremos detalladamente más adelante.
Hasta 1920 la producción de vino seguía ocupando una parte menor de la empresa Michel Torino, hasta ese entonces su esfuerzo principal seguía apuntado a la invernada de ganado y su transporte a través de los Andes hacia los mercados del norte de Chile. En
1920 la demanda chilena para el ganado argentino colapsó, provocada por la caída en la demanda mundial de nitratos naturales y su reemplazo por alternativas sintéticas. A pesar de una recuperación temporal de la demanda chilena por la carne argentina durante los años siguientes, su declinación continuó hasta el fin de la década. La sociedad Michel Torino siguió una estrategia económica mixta durante la mencionada década, gradualmente
incrementando el lugar que la producción de vino tenía dentro de la actividad conjunta empresarial. El colapso del mercado financiero mundial en 1929 afectó profundamente a la economía salteña. Algunas de las familias ganaderas más importantes de Salta quebraron, incluyendo una rama de la poderosa familia de Patrón Costas. La crisis fortaleció, quizás, el surgimiento político de una burguesía rural en la provincia alrededor de industrias como el azúcar y el tabaco, que continuaban aprovechando, e incluso revalorizando, los apellidos familiares.
Los Michel Torino también se vieron afectados por la crisis.
Según Cornejo Linares, en 1932 las presiones económicas provocaron un desacuerdo entre los hermanos y un intento por parte de algunos de ellos de desarmar la sociedad familiar. Solo la intervención de David, quien utilizó a Abel como intermediario entre Julio y Martín, pudo salvarla. Sin embargo, el valor de la empresa se desplomó, los mercados para los vinos se encontraban
profundamente deprimidos, y los acreedores acosaban a la familia.
Durante la crisis Abel contrajo nupcias con una tucumana llamada Elsa Figueroa.
La pareja se estableció en el aislado ambiente de Tolombón, y en pocos años tuvieron cuatro hijos. A fines de los 30 y a principios de los 40 la fortuna de la sociedad familiar experimentó una mejora, en parte impulsada por una política proteccionista del estado y el crecimiento de la demanda de vino en la Argentina. En 1940 la Sociedad Michel Torino se había convertido en una de las empresas más importantes de la provincia; había adquirido
propiedades en Orán, en el Chaco Salteño y en la vecina provincia de Jujuy, donde se dedicó a la cría de ganado y el cultivo de caña de azúcar. Sus propiedades en los Valles Calchaquíes separaban en tamaño a las de sus vecinos, provocando una escasez de mano
de obra. Las bodegas de los Michel Torino producían el 40% del vino de Salta. Fueron introducidas nuevas variedades de uva, una tecnología modernizada, la expansión de áreas bajo riego, nuevos controles de protección contra las inundaciones, la electrificación de las fincas y otros proyectos. El éxito económico de la empresa, mientras emergía de la recesión, convirtió a los Michel Torino en una de las familias más poderosas de la provincia.
Las contradicciones en el modelo familiar de acumulación aparecieron repentinamente en 1946, cuando Abel fue diagnosticado con un cáncer del hígado incurable. Tras unos infructuosos tratamientos en Buenos Aires, Abel volvió a Salta convaleciente. El 29 de octubre, apenas un mes antes de su muerte (y sin el conocimiento de su mujer, según ella), los hermanos se reunieron con Abel para discutir cuestiones de sucesión. En esa reunión Abel vendió su parte de la sociedad, una quinta parte de todos los
activos de la empresa, a sus hermanos. Específicamente los hermanos acordaron que firmara tres documentos notariados: el primero (AJS Escritura 70) disolvía a la sociedad de hecho, y – en abstracto, por lo menos – dio proporcionalmente a cada uno de los accionistas su parte de la corporación; se tomaba este paso a pesar del hecho de que la empresa nunca había sido constituida formalmente. Esto le permitió a Abel individualmente vender sus
acciones a sus hermanos por un precio acordado de $500,000. Las propiedades identificadas en este documento incluían siete estancias ubicadas en el valle de Cafayate con sus bodegas, viñas, vinos procesados, edificios, quintas, implementos agrícolas y de
transporte, y otros bienes asociados con las propiedades; incluía también propiedades en otras regiones de la provincia, bienes inmobiliarios en la ciudad de Salta y los activos corporativos del diario El Intransigente. El segundo documento (AJS Escritura 71)
legalizaba la venta a sus hermanos de los intereses de Abel en la Estancia La Rosa, ubicada en la provincia de Jujuy y su monto se incluía en los $500,000 identificado en la Escritura 70. Los dos documentos también especificaban las condiciones de pago para esta venta: Los Michel Torino acordaban el pago de los $500,000 a Abel y a sus herederos durante un período de diez años con una tasa de interés del 4.8% anual. El tercer documento (AJS Escritura 72) contenía el testamento de Abel, el cual indicaba que dejaba sus pertenencias, los $500,000 de crédito identificado en las dos otras escrituras, a su mujer y a sus cuatro hijos, y nombrando a sus hermanos David y Martín como ejecutores de su testamento.
Hagamos una pausa en el relato por un momento para considerar la lógica de esta estrategia. Desde el punto de vista jurídico había sido necesario desmembrar la sociedad familiar antes que pudiera Abel vender sus acciones a sus hermanos, pero, tal como señala
Cornejo Linares, también prevenía que la viuda pudiera reclamar su parte de los bienes de la sociedad. Si bien la formación de la sociedad había sido informal, su desmembramiento también fue informal, y por lo tanto ningún inventario de los bienes de
Michel Torino Hermanos fue tomado previo al desmembramiento, ni fueron valuadas formalmente las acciones de la empresa. Ante ese hecho, preguntaban los abogados de la viuda durante el juicio, ¿de donde consiguieron establecer el valor de las acciones de Abel
para que las pudiera vender a sus hermanos? Los socios respondieron que había sido calculado en base de un inventario de la empresa realizada en 1939. La demandante respondió acusándolos de haber acometido contra ella, su esposo moribundo y sus hijos una transacción fraudulenta, y que el valor real de la empresa era cinco veces mayor a lo que se calculaba en los documentos de venta.
Según la querella contra los cuñados de la viuda, Elsa no fue notificada del último testamento de su esposo Abel hasta varios días después de su muerte. Pasado un tiempo, Elsa buscó reclamar, a la familia, sus derechos sucesorios. Sus esfuerzos privados por
conseguir remedio, según su abogado, fueron rechazados por sus cuñados. Cornejo Linares insiste en su libro que su cliente siempre había considerado el pleito sucesorio como un asunto privado, y que solo había recurrido a un recurso legal al agotarse todos los esfuerzos por una negociación directa con los hermanos. Cuando decidió recurrir a la justicia, Elsa no pudo ubicar ni un abogado en Salta que estuviera dispuesto a representarla; según su
abogado, la profesión legal en Salta, cuyos miembros en su mayoría provenía de la misma clase de los hermanos Michel Torino, se negó a socorrerla. Elsa luego buscó ayuda entre sus parientes en Tucumán, y estos la dirigieron a la Cámara de Diputados de la Nación y al mismo presidente, controlado en ese momento por el Partido Justicialista. Más tarde, un amargado David Michel Torino acusó al movimiento Justicialista de oportunista, convirtiendo un pleito privado y familiar en un debate público, y manipulando la causa de la viuda no para obtener justicia para ella sino para quebrantar la oposición política en Salta.
En 1948 Elsa consiguió que la representara legalmente el defensor Juan Carlos Cornejo Linares, un miembro de la reconocida familia Cornejo de Salta, pero también militante en el movimiento Justicialista en Salta. Cornejo Linares era diputado provincial y
su hermano Lucio se había convertido en gobernador de Salta ese mismo año. Sostuvo luego en su libro sobre el pleito que el caso de Elsa Figueroa representaba no solo una injusticia por parte de una familia poderosa en contra de una viuda indefensa, sino que
representaba también un conflicto entre un antiguo sistema dinástico enquistado de poder que gobernaba solo para proteger sus propios intereses, y un sistema democrático y populista que buscaba aplicar en la sociedad un sistema de justicia más imparcial. Este discurso, y la afiliación de la defensa con el movimiento Justicialista, le llevó a David Michel Torino a atribuirle al pleito motivos políticos; en su diario y sus escritos acusó a la defensa, de haber politizado un juicio que él calificaba como netamente familiar y privado.
Cornejo Linares replicó que su cliente había hecho todo lo posible para llegar a un acuerdo privado con los hermanos de su difunto esposo, y que el caso solo había sido politizado cuando los hermanos habían bloqueado todos los esfuerzos de Elsa para obtener justicia, recurriendo a los privilegios legales y políticos que como miembros de una elite cerrada tenían a su alcance.
Habiendo superado el problema de la representación legal, Elsa se encontró con un nuevo obstáculo: la defensa no podía conseguir un tribunal que se encargara del caso. La magistratura en Salta, dominio de las clases tradicionales, se abstuvo en masa. Este hecho, conjuntamente con una serie compleja de factores, llevo a la intervención federal en el poder judicial de Salta. La intervención significó un despido masivo de los jueces
provincianos y su reemplazo por jueces nombrados por el gobierno peronista. Es así que comenzó un litigio altamente publicitado, a veces volátil, que duró siete años, y requirió una protección militar y policial contra manifestantes y amenazas de violencia.
Antes que finalizara el juicio la empresa Michel Torino había sido disuelta, su presidente de hecho estaba encarcelado, su periódico confiscado y desmantelado. A pesar del golpe en contra
del sistema dinástico de poder en Salta que significó el caso, es poco convincente el argumento que algunos han hecho tanto de la izquierda como de la derecha (el mismo Cornejo Linares intima este punto, como lo hace también, irónicamente, David Michel Torino) que el caso revela la estrategia revolucionaria del peronismo contra la oligarquía salteña. Después de todo, el movimiento no hizo esfuerzo alguno de entregar las instituciones de poder a las clases trabajadores y campesinas, ni puso empeños para remover el control de las clases dominantes sobre los medios de producción en la provincia ni de desmantelar las bases familiares de su poder. Sin embargo, el caso proveyó una oportunidad a los grupos políticos populares, particularmente los peronistas, de mellar los
discursos de poder de la clase política tradicional en la provincia, y proveyó un espacio para la introducción de otros discursos políticos en el ámbito local.
Una reseña breve del juicio:
Si bien en los tribunales se litigó una serie de incidentes y se buscó determinar las motivaciones de los litigantes para imputar culpabilidad, el juicio sirvió también de foro para que los litigantes formularan narraciones que explicaran sus acciones, contextualizaran los incidentes y eventos discutidos en el caso, y permitieran situar sus acciones en el pleito.
Al ir avanzando el juicio estas narrativas iban evolucionando, incorporando los cambios y las vicisitudes en los argumentos y reinterpretando las acciones y posiciones de los litigantes. No podemos acá detallar el largo recorrido del juicio, con sus muchas marchas y contramarchas, ya que no son los detalles del juicio en si lo que nos interesan en este artículo, sino más bien la construcción de las narrativas de los protagonistas que sitúan las
secuencia de eventos, las causas y los efectos dentro de esas narrativas, y los esfuerzos de infundir las narrativas con autoridad, y por lo tanto intentaremos resumir los momentos
más importantes del litigio a continuación.
El punto clave del caso yace en la cuestión de las acciones del moribundo Abel antes de su muerte. Que las firmas en las tres escrituras (70, 71 y 72) sean del propio Abel
no es disputado por ninguna de las partes; el tema crítico, entonces es comprender los factores que llevaron a Abel a vender su parte en la empresa a sus hermanos, desheredando a su mujer y sus hijos de su parte en la empresa. La acusante, representándose a si misma y a sus hijos, denunció a sus cuñados de haberse aprovechado de la incapacidad mental de Abel, una condición producida por su enfermedad, para conseguir la firma en los
documentos y así despojar a los herederos de sus derechos sucesorios. Y para sustanciar su acusación presentó como testigo a un reconocido psicólogo quien ratificó que el cáncer del hígado sufrido por Abel produce entre otros síntomas un deterioro en las funciones mentales del paciente. Su abogado sostuvo, en base a este testimonio, que los cuñados de Elsa habían manipulado a Abel, aprovechando su vulnerabilidad mental, para conseguir que firmara las referidas escrituras y así destituyera a la viuda y sus hijos menores de la herencia que les correspondía. El abogado sostuvo que en base a su condición, la factura de venta de su parte en la empresa familiar era inválida; y mantuvo además que era inválida
también porque no se había realizado un inventario de los bienes de la sociedad de hecho antes que fuera disuelta, tal como lo requería la ley.
Los hermanos de Abel sostuvieron, por su parte, que su hermano moribundo sí había tenido pleno control de sus facultades mentales en el momento que firmara las escrituras (y presentaron como prueba el testimonio de varios médicos que habían atendido
al paciente durante su convalecencia), y además había firmado los documentos por voluntad propia (e incluso, que él mismo había dictado las condiciones del acuerdo y de la venta), y más allá que lo había hecho con el fin de proteger a su familia económicamente
después de su muerte.
Durante la fase inicial del juicio la querellante hizo tres demandas: primeramente, pidió la anulación de la disolución de la sociedad de hecho Michel Torino Hermanos, hecha efectiva mediante la escritura 70, la revocación de la factura de venta que había firmado Abel en su lecho de muerte, y la reconstitución de la empresa familiar con el complemento de todos sus miembros.
Segundamente, demandó que se llevara a cabo un inventario
exhaustivo imparcial de los bienes de la empresa Michel Torino Hermanos. Terceramente, pidió la restauración de la totalidad de los derechos de sucesión a los herederos de Abel Michel Torino, incluyendo el derecho a ocupar el lugar que les correspondían dentro de la empresa familiar.
En 1949 el tribunal dictaminó a favor de Elsa, restaurando sus derechos en la empresa y colocándola, en representación de si misma y de sus hijos, en la junta ejecutiva de la sociedad, junto a sus cuñados. El tribunal también nombró peritos para que realizaran un inventario definitivo de la empresa (durante el transcurso del juicio se hicieron múltiples inventarios). Los peritos establecieron un valor para la empresa en más de cuatro veces lo estimado originalmente por los hermanos.
Subsecuentemente, el testamento de Abel fue anulado, y Elsa y sus hijos fueron reincorporados como socios plenos de la corporación,
poseyendo una quinta parte de su valor.
Aparecieron inmediatamente problemas con el dictamen. Si bien Elsa había logrado sus objetivos de ocupar un lugar igualitario en la empresa, sus cuñados David y Martín seguían siendo sus principales ejecutivos. Un intento de resolver los conflictos
administrativos resulto en un proyecto para convertir a la empresa en una sociedad anónima, pero los representantes legales de Elsa rechazaron el plan, notando que la ley exigía al menos diez socios. A apenas quince días del dictamen original, el abogado de
Elsa solicitó al tribunal que los hermanos fueran removidos de la administración de la empresa y que se nombrara temporalmente un administrador interventor imparcial en su lugar. La remoción era necesaria, argumentó, porque los hermanos rechazaban la inclusión
de algunos bienes en el paquete de activos de la empresa. Entre estos figuraba la Finca Ovando, el diario El Intransigente y la marca o logo de Michel Torino Hermanos. Además, acusó a los hermanos de descapitalizar a la bodega más importante de la empresa, El Recreo.
Según testimonio de algunos miembros de la familia que entrevistamos años más tarde, los hermanos, y particularmente David, interpretaron a las acciones de la acusante como un ataque directo a la concordia familiar. Aunque inicialmente pudieron los
hermanos bloquear el intento de su remoción, un segundo intento ante un tribunal de apelaciones logró su destitución, y, reemplazando a los hermanos, se nombró un interventor de apellido Genovesi. Su nombramiento produjo un nuevo round de acusaciones y contraacusaciones. Los hermanos alegaron la incompetencia como interventor de Genovesi (quien era primo de Cornejo Linares) ya que carecía de experiencia referente a la producción y comercialización de vinos. Insistieron que las decisiones administrativas tomadas por Genovesi dañaban irremediablemente tanto a la empresa como a la marca, y además que eran ilegales. Y le acusaron de restringir el acceso que ellos debieran tener,
como accionistas de la empresa, a sus libros de contabilidad.
Ante la imposibilidad de desenmarañar el conflicto entre los miembros de la familia, el tribunal accedió a la demanda de Elsa de dividir las posesiones de la empresa entre sus herederos. El proceso de división fue complejo debido a los debates sobre cuales
bienes se incluirían en el patrimonio empresarial. La Finca Ovando, en Rosario de la Frontera, fue separada de las propiedades de la empresa y otorgada solamente a Martín. El diario El Intransigente, en contraste, fue incluido como parte de los bienes de la empresa y otorgado en concesión a David. Los cuatro hermanos Michel Torino crearon una nueva empresa bajo el nombre de Michel Torino Hnos., mientras que a Elsa se le otorgaron los bienes individuales que le correspondían. Estos incluyeron a la Estancia y Bodega de Tolombón, la cual había sido administrada por su marido, y parte del vino elaborado de El Recreo. Los hermanos siguieron acusando al gobierno de persecución contra sus intereses; inculparon al gobierno, por ejemplo, de haber confiscado a varias propiedades de la empresa, supuestamente bajo la justificativa de su utilidad pública. Más tarde la intervención judicial en la administración de la finca El Recreo llevó a un enfrentamiento físico entre Martín Michel Torino y el comisario del pueblo de Cafayate y el subsecuente exilio de Martín a Bolivia. David hizo su resistencia desde las páginas del diario El
Intransigente, la cual llevó al gobierno provincial a censurar y luego a clausurar el diario por difamación. Las oficinas del diario fueron desmantelados y sus imprentas vendidas. Desafiante, David denunció a través de páginas mimeografiadas imprimadas en su casa la expropiación como parte de una conspiración por parte del gobierno peronista para controlar la prensa en todo el país, lo que le valió ser premiado con la medalla de Freedom of the Press que se le otorgara en Nueva York en 1955. Su desafío ante los dictámenes de los tribunales lo llevó a ser arrestado y encarcelado en 1951, y permaneció en prisión hasta 1954.
El enfrentamiento de las narrativas y la producción de los sentidos:
Desde la perspectiva de muchos miembros de la familia y del público en general, los dictámenes del juzgado fracasaron, en última instancia, en resolver la disputa satisfactoriamente, tal como lo pudimos apreciar mucho más tarde en conversaciones con los residentes de Cafayate y con los sobrevivientes y descendientes de la familia. Por ejemplo, Doña Elsa nos habló en una entrevista de su larga vida en Tolombón, de su matrimonio y la crianza de sus hijos, pero se negó enfáticamente hablar del conflicto e insistió que ella tenía excelentes relaciones con la familia de su difunto marido. Los descendientes de Julio Michel Torino nos hablaron más abiertamente de la inutilidad de la disputa y de sus consecuencias catastróficas para la empresa familiar. De hecho, al inicio
de nuestra investigación del caso en 1992, la familia Michel Torino había perdido toda conexión con sus antiguas bodegas. Los bienes habían sido repartidos y vendidos a varios interesados, ninguno de ellos salteños, y dos de las tres bodegas habían sido virtualmente abandonadas a la espera de su venta por parte de sus acreedores. El techo de la gran sala de La Rosa, originalmente perteneciente a Julio Michel Torino, se había desplomado sobre sus
hermosas galerías, y sus jardines y viñedos habían sufrido los efectos de una severa inundación (últimamente han sido restaurados). La hija mayor de María Luisa, aún copropietaria de El Recreo en ese momento, se encontraba en el proceso de vender el resto de sus acciones en la empresa vinícola a una geográficamente distante compañía financiera.
Irónicamente el administrador de El Recreo en ese momento, quien entrevistamos, nos comentó que la propiedad más valiosa de la empresa en ese momento no eran sus vinos, sino su logo. En última instancia muchas de las personas que entrevistamos sobre el caso
opinaron que la disputa y el juicio habían sido la causa, directa o indirectamente, del colapso de la empresa y por lo tanto habían provocado la ruina familiar. Notamos todavía, a muchas décadas del caso, una sensación de desconcierto y frustración entre los que
habían sido afectados por la disputa.."Continúa en Carp.Documentos por falta de espacio" |
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